La novela colombiana “La vorágine”, un clásico de la literatura latinoamericana del siglo XX, entra por la puerta grande en el XXI, 100 años después de su publicación, como una voz que resuena para denunciar la violencia y la explotación desaforada de los recursos naturales.
Su autor, el abogado José Eustasio Rivera (1888-1928), terminó de escribirla el 21 de abril de 1924 y la publicó el 24 de noviembre del mismo año con un éxito que le dio rápido reconocimiento internacional.
Las desventuras de los amantes Arturo Cova y Alicia en los llanos del Orinoco y la selva amazónica, y el genocidio de los indígenas durante la fiebre del caucho -finales del siglo XIX y comienzos del XX- son los ejes de “La vorágine”, que cobra actualidad en un país donde la violencia se repite, especialmente en los lugares más apartados.
“Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia”, con esa frase cruda Rivera introduce al lector en un mundo de barbarie y denuncia la esclavitud a la que eran sometidos los caucheros, entre ellos miles de indígenas uitotos, por la compañía peruana Casa Arana.
José Eustasio Rivera había “leído con interés los informes de Roger Casement”, cónsul inglés en Río de Janeiro que en 1910 viajó a la región del Putumayo y alertó “sobre la extracción cauchera y la brutalidad que habían producido en la Amazonía colombiana”, explica a EFE el ministro de las Culturas, Juan David Correa.
Y cuando en 1918 tuvo que ir como abogado “a atender un lío de tierras en Orocué en el departamento del Casanare”, puerta de entrada a los Llanos Orientales, Rivera “empezó a conocer algunos de los personajes que después retrataría en su novela más famosa”.
“’La vorágine’ pone de presente nuestro problema con la geografía, nuestro desconocimiento del país, nuestra idea del desarrollo como una empresa extractivista arrasadora que privilegia la consecución de dinero y no la manutención de recursos”, afirma el ministro.
