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“La utopía, un sueño posible”

  • 25 noviembre 2022 /

Gracias por iniciar esta celebración de los cincuenta años de graduación con la mayor y especial acción de gracias que es la Eucaristía. Serán muchos los motivos para dar gracias por esta fecha: gracias por la vida y la bondad que hay en cada uno de ustedes. Gracias por la amistad y acompañamiento que han brindado a lo largo de estos años. Gracias porque han permanecido fieles al espíritu lasallista y esperamos a la acción lasallista.

En esta ocasión me permito compartir algunos pensamientos en relación con el tema lasallista mundial para este año 2022: “La utopía, un sueño posible”.

El instinto de conservación nos alienta a eso, a conservar, a no buscar novedades, porque algo en nuestro interior nos dice que si alentamos ‘esa idea loca’ podríamos acabar en la frustración y el malestar social.

Sin embargo, gracias al desarrollo científico y económico de los últimos siglos, hemos ido gradualmente adquiriendo la confianza para creer que, con tantas innovaciones en tantos ámbitos a la vez, el progreso será irreversible y estará destinado a continuar indefinidamente.

La pandemia del covid-19 nos ha cuestionado este patrón de pensamiento. A pesar de lo mucho que hemos caminado, nos damos cuenta ahora que la vida humana sigue amenazada por virus desconocidos hasta hace poco. Esta utopía lasallista no significa una simple suposición de que todo es o será maravilloso; representa más bien nuestra convicción de que siempre habrá alternativas.

Juan Bautista de La Salle nos recuerda que “no se gana nada con dejarse llevar por el desaliento”. Como nuestro fundador, que tenía los pies bien firmes en la tierra, tenemos la certeza de que el mundo es algo más grande que nuestro corto pasaje por él.

Envejecer, cargar - además de los años y sus achaques - con las dificultades y las decepciones de la vida puede hacer que la gente se sienta cansada y sin ilusiones.

La peor cara del envejecimiento es la falta de ideas para el futuro.

Nosotros, desde los valores típicos lasallistas, caminamos hacia el horizonte manteniendo viva esta utopía, porque creemos en una vida que vale la pena vivir, formamos una gran comunidad que nos hace fuertes y construimos nuevos caminos que nos acercan al horizonte del servicio educativo de niños, niñas y jóvenes, especialmente de los más pobres.

Creemos en una vida que vale la pena vivir.

La pandemia nos ha ayudado a reflexionar sobre las “grandes preguntas” que a menudo ignoramos en la rutina de la vida diaria:

¿Vale la pena seguir viviendo como hasta ahora? ¿Debería hacer algo más con el tiempo, los talentos y recursos que tengo? ¿Cuál es mi contribución para mejorar la sociedad?

Como institución La Salle (ustedes como exalumnos), estos últimos tiempos también nos han brindado la oportunidad de replantearnos cuestiones existenciales:

¿Estamos haciendo nuestra labor de manera ética? ¿Practicamos los principios que predicamos? ¿Cuál es el motivo principal de nuestra presencia aquí y ahora?

Con nuestras reflexiones y respuestas descubrimos que la utopía crece y se mantiene atractiva para animar nuestros pasos si está acompañada de memoria y de discernimiento. El papa Francisco, en su mensaje del primero de enero, propuso tres acciones para conseguir la paz mundial:

1. El diálogo entre las generaciones.

2. La educación como factor de libertad, responsabilidad y desarrollo.

3. Y el trabajo para una plena realización de la dignidad humana.

Todo diálogo sincero, aunque no esté exento de una dialéctica justa y positiva, requiere siempre una confianza básica entre los interlocutores. Por eso, debemos recuperar esta confianza mutua. Además, dialogar significa escucharse, confrontarse, ponerse de acuerdo y caminar juntos.

La situación crítica de nuestro país nos convoca a ser activos constructores de personas, grupos, familias, asociaciones que vivan y contagien de los valores evangélicos. Construir un país para todos donde la necesidad de crear desarrollo sea la prioridad para solucionar los problemas de pobreza que muchos ciudadanos viven. Desterrar el gasto de energías en ataques y zancadillas al que piensa distinto. Desterrar las razones ocultas una vez en el poder para imponer sistemas y aparentan servir al pueblo y ya arriba oprimen el pensamiento diverso. Honduras está urgida de personas, profesionales, ciudadanos que se inserten en el movimiento de realizaciones eficaces para aportar soluciones. Ningún lasallista se puede considerar desligado de su obligación de ser activo constructor.

Juan Bautista de La Salle nos da luces. Él renunció a su comodidad cultural y económica para proponer y ejecutar soluciones educativas a los problemas de su tiempo. Por eso nos dejó a todos los lasallistas un mensaje claro: “No hagan diferencia entre los víveres de vuestra salvación y los víveres de vuestra profesión”.

El exalumno lasallista debe hacer suya la frase del papa Francisco: “Si te quedas quieto perdiste... Empezá a caminar”. (Francisco).

Concluyo con la oración pidiéndole al Señor que cada uno de ustedes, en su trabajo, en su oficina, en su familia, en su responsabilidad ciudadana sigan siendo testigos del mensaje lasallista: fe, fraternidad y servicio activo.

PADRE NUESTRO.

Enséñanos el camino para construir tu reino de justicia e igualdad. Enséñanos la compasión, la pasión por la verdad y el bien común.

Danos valentía para defender los derechos de los que no tienen oportunidad o que son ofendidos en su dignidad.

Danos, Señor, una mirada compasiva para ofrecer al abatido una palabra de aliento.

Danos un corazón sensible para luchar por la justicia y la paz, que no olvidemos que cuanto hagamos con nuestros hermanos, contigo lo hacemos.

PADRE BUENO.

Que esto que empecemos a vivir aquí mismo, en nuestra comunidad, nuestra esencia lasallista, y que juntos y por asociación logremos la utopía de un mundo mejor para todos, donde todo sea posible... Amén.

Felicidades y la invitación a seguir trabajando en la construcción de una Honduras mejor para todos. Bendiciones.