“De nadie seré, solo de ti. Hasta que mis huesos se vuelvan cenizas y mi corazón deje de latir”: Pablo Neruda.
Según estudios neurológicos, se sugiere que 12 áreas del cerebro están involucradas en el momento del enamoramiento. El cerebro libera adrenalina, dopamina, serotonina, oxitocina o vasopresina. En la universidad de Montreal, Jim Pfaus, uno de los investigadores más avanzados, encontró que la ínsula y el núcleo estriado del cerebro se activan tanto en el amor romántico. El amor es realmente un hábito que está formado por un deseo que se retroalimenta a través de una recompensa y es el mismo proceso que producen las drogas en las personas adictas. El Centro de Neurótica de la Universidad de Oxford ha concluido que tanto el amor como las drogas inundan el cerebro con dopamina, lo que causa una fuerte sensación de recompensa, provocando la euforia, deseo, dependencia y abstinencia. Las hormonas como ser la oxitocina y la vasopresina asociadas al amor se producen en el hipotálamo y las libera la glándula pituitaria; ambas influyen. Helen Fisher, antropóloga de la Universidad de Rutgers, estableció las distintas fases del amor, el deseo, atracción y cariño y la sumisión a las hormonas del amor. Con base en estos estudios se generaliza que el amor es una respuesta fisiológica más que una emoción. La historia de amor de Albert Einstein y Lina, su violín, ¿tienen explicación según la ciencia? Sí. Es la respuesta neurobiológica, la combinación de hormonas y la sensación de recompensa. El cerebro que estamos creando hoy a través de nuestra atención es el filtro a través del cual hacemos sentido a todas nuestras experiencias futuras.
“Todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio: Filipenses 4:8 RVR60. Pablo habla del enfoque, ya que esto que atendemos es lo que nos transforma.