25/04/2024
02:44 PM

La OEA y su embajador

Juan Ramón Martínez

La OEA es la más antigua organización regional del mundo. Fue creada en el siglo XIX como una oficina de vinculación comercial entre Estados Unidos y los países del continente. Se llamó Oficina Panamericana. Hasta 1948 tomó la dimensión actual y ha corrido desde entonces diversos cursos, manteniéndose como una entidad representativa de los Estados miembros, con un protagonismo singular: el financiamiento de Estados Unidos; pero su fuerza, determinada por los votos de los estados.

Ello ha hecho que, al paso del tiempo, la OEA ha pasado de una entidad continental a una caribeña, en donde la mayoría de los Estados que la dominan son insulares, especialmente de habla inglesa. Y la influencia de Estados Unidos, reducirse en forma acelerada en la medida en que aumenta el número de sus integrantes.

En las últimas semanas, la OEA se ha visto con mucho interés por el nombramiento de un embajador que, según el criterio generalizado, no está a la altura de Honduras, ni de las exigencias que plantea el organismo regional.

En la discusión, donde ha privado mucho lo emotivo, se han seguido dos caminos: uno, descalificar a la OEA, presentándola como un organismo inútil, de poca importancia para Honduras, en el ánimo que cualquiera que mandemos está bien porque carece de importancia diplomática para nuestro país. El otro, por el contrario – y es el que respaldamos – es que la OEA es un organismo continental importante para la diplomacia hondureña, donde nuestra participación es de alta prioridad en su reposicionamiento, en condiciones en que Honduras tiene que recuperar urgentemente su perdida imagen internacional, especialmente por el desprestigio del último Gobierno que ha tenido el país.

De allí que sea de enorme importancia que quien nos represente sea una personalidad de prestigio, respetada nacionalmente y con habilidades diplomáticas singulares para que pueda hacer la tarea de remendar las costuras rotas de los desaciertos y errores cometidos por los gobernantes anteriores. Es decir, que en la actual situación, la OEA es muy importante y, en consecuencia hay que enviar al mejor de los nuestros para que haga la labor que corresponde.

La OEA es fundamental para Honduras en esta hora de reconstrucción nacional. En el pasado nos apoyó en los conflictos con Nicaragua y El Salvador. Logró un alto al fuego en 1969. Y en el proceso de consolidación democrática ha cooperado en los procesos electorales. Tampoco podemos pasar por alto sus contribuciones en la lucha en contra de la corrupción.

Honduras ha tenido buenos diplomáticos, que nos llenaron de prestigio en el pasado lejano y cercano. Desde León Alvarado en Gran Bretaña, Policarpo Bonilla en Francia, hasta Rafael Heliodoro Valle en Washington, Honduras brilló por la conducta de sus representantes diplomáticos. Rafael Leiva Vivas en Chile, Óscar Acosta en España, Eliseo Pérez Cadalso en México y Eduardo E. Reina funcionario en Sudamérica, nos llenaron de orgullo. En la OEA tuvimos a Gálvez Barnes, Carlos Sosa Coello y Leónidas Rosa Bautista, en los últimos tiempos. Cordero fue un error su nombramiento por su falta de calificación para tan honrosa posición. De forma que el sentido común nos indica que nuestro representante debe ser una persona profesionalmente dotada, emocionalmente equilibrada y diplomáticamente capaz, para mostrar lo mejor de Honduras. Con habilidad, talento y sutileza. Hacer lo contrario es desperdiciar la oportunidad. Porque a los organismos internacionales deben ir los mejores, no los más leales, ni lo más sectarios. Eso lo hacen los dictadores, pero nunca los regímenes democráticos. Trujillo lo hizo caprichosamente, como también Somoza. Nosotros, no podemos hacerlo.

Roberto Quesada carece de méritos diplomaticos para representarnos en la OEA.