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La obsesión de Trump

  • 30 octubre 2019 /

El que fuera jefe de la petrolera ExxonMobil no tardó en llegar a una conclusión: “Es ilegal que una compañía estadounidense tome y explote esos recursos”, determinó Tillerson.

Convencido de que EE. UU. debió “llevarse” hace años el petróleo de Irak, el presidente Donald Trump se ha propuesto hacer lo mismo con el crudo de Siria, una idea que podría suponer un crimen de guerra, pero que ha ayudado al Pentágono a convencerle de no retirar todas las tropas de ese país.

La ocurrencia tiene pocas perspectivas de convertirse en un plan realizable, pero Trump no para de repetirla desde que su Gobierno desplazó a unos 200 soldados estadounidenses al noreste de Siria para evitar que los terroristas del Estado Islámico (EI) arrebaten los campos petrolíferos a las milicias kurdas.

“Nos quedaremos con el petróleo”, garantizó Trump tras pronosticar que ese negocio generará ingresos de “45 millones de dólares al mes”.

La obsesión de Trump con tomar el petróleo en Oriente Medio se remonta a 2011, cuando lamentó que su predecesor, Barack Obama, hubiera ordenado una retirada de las tropas estadounidenses de Irak sin “llevarse el petróleo”.

“Antes, cuando había una guerra el botín era para el vencedor. Entrabas, ganabas la guerra y te lo llevabas”, afirmó el entonces magnate inmobiliario en una entrevista con ABC News.
Esa fijación le acompañó hasta la Casa Blanca: un día después de asumir el poder, Trump dijo en un discurso ante la CIA que “quizá” habría “otra oportunidad” de corregir el error de sus predecesores y pronto encargó a su primer secretario de Estado, Rex Tillerson, que estudiara esa posibilidad.

El que fuera jefe de la petrolera ExxonMobil no tardó en llegar a una conclusión: “Es ilegal que una compañía estadounidense tome y explote esos recursos”, determinó Tillerson.

“Lo que pretendo hacer, quizá, es llegar a un trato con ExxonMobil o una de nuestras grandes compañías para que entren allí y hagan las cosas bien”, explicó Trump. Los expertos consultados por Efe no saben por dónde empezar para desmontar el argumento de Trump: primero, es improbable que las empresas estadounidenses estén interesadas en explotar una infraestructura dañada por la guerra y de producción moderada como la siria, y, aun si lo estuvieran, deberían negociarlo con Damasco.

“Ese petróleo pertenece a los sirios”, subrayó Robert Goldman, experto en derecho internacional y crímenes de guerra en la American University de Washington. “Si creemos que (debemos explotarlo) porque hemos estado luchando contra el EI y eso ha beneficiado a los sirios, deberíamos presentar una factura a los (líderes) sirios y negociar para que nos ‘compensen’, lo cual probablemente sería inútil”, explicó Goldman.

Sin esa negociación, una explotación estadounidense del petróleo sirio “sería un robo”, una “expoliación de los recursos estatales” prohibida por las convenciones de Ginebra y de La Haya, agregó.

También sería un “crimen de guerra” según el estatuto de la Corte Penal Internacional, porque la toma del petróleo no estaría derivada de “las necesidades” del conflicto, indicó a Efe la profesora de derecho internacional y derechos humanos en la Universidad de Columbia Sarah Cleveland.

Para complicar más el panorama, continuó Cleveland, EE.UU. ni siquiera ha declarado la guerra al Gobierno sirio, sino que entró en el país para combatir al EI, por lo que “las propiedades sirias” no pueden interpretarse como “enemigas” bajo las leyes militares.

Trump no parece preocupado por esos tecnicismos, pero su Gobierno sí está al tanto y por eso ha evitado repetir sus fantasías de un emporio petrolero estadounidense en Siria.

“EE.UU es el mayor productor de petróleo del mundo, así que no necesitamos” el crudo sirio, dijo a Efe una fuente cercana a los debates en la Casa Blanca, que pidió el anonimato.

“El objetivo de esta misión es asegurar que el Estado Islámico no recupera su acceso a una fuente de ingresos crucial”, recalcó. Tras enseñarle un mapa de los yacimientos petrolíferos, los asesores militares convencieron al mandatario de volver a llevar algunas tropas al norte de Siria y mantener un control aéreo del área, según el diario The Washington Post.