13/07/2025
08:59 PM

La fiesta de la maternidad

Aunque los comerciantes saquen más provecho del que deberían de ocasiones como ésta, lo cierto es que la maternidad merece celebrarse. Tanto los hijos como los esposos, que hemos sido testigos directos de la capacidad de sacrificio, de la entrega, de la abnegación de nuestras madres y esposas, estamos absolutamente convencidos que no hay regalo, que no hay almuerzo o cena, que no hay palabras suficientemente contundentes para agradecer lo que ellas han significado y aportado a nuestras vidas. De mi madre ya he dicho algunas cosas en otras ocasiones. Ahora sólo quiero recordar que de ella aprendí, sin duda alguna, a procurar estar siempre ocupado, a no olvidar que todos los eventos de la vida, tristes o alegres, al final terminan siempre convirtiéndose en anécdotas y que, por lo mismo, no hay que tomarse nada a la tremenda; y aprendí, también, que no llegaría a ser plenamente persona si no acostumbraba, más de una vez al día, mirar hacia Arriba para pedir perdón o dar gracias.

De mi mujer he aprendido mucho, muchísimo más de lo que jamás hubiera imaginado. Y no es que, cuando la conocí hace más de treinta años, no hubiera pensado que fuera inteligente, pero en la convivencia cotidiana y, sobre todo, en lo que ha tenido que ver con la crianza de nuestros seis hijos, ha mostrado un sentido común que yo no poseo, una sensibilidad exquisita y una incondicionalidad a prueba de todo. Una “todoterreno” que ha traído al mundo a dos niñas y a cuatro varones por operación cesárea, no es tan fácil de encontrar en estos tiempos de egoísmo y frivolidad.

Por eso, cuando pienso en mi madre y en mi esposa, y oigo decir, a grupos y personas, tonterías, auténticas barbaridades, como que la maternidad es un obstáculo para el desarrollo personal y profesional o que es una actividad esclavizadora, me da cólera y tristeza. Cólera porque ya se ve el sesgo ideológico antifamilia y antivida que una declaración como esa tiene, y, tristeza, porque da dolor pensar que mientras muchas mujeres desean ser madres biológicas y no pueden, otras menosprecian esa capacidad, ese don, que las lleva a realizarse más que cualquier otra actividad o función u ocupación a la que quisieran dedicarse.

Hay que darse cuenta, también, que en el Día de la Madre, no basta con ponerse tiernos y hacer un gasto extraordinario. Cuenta más el respeto diario, la consideración, la veneración con la que debemos tratar, todos los días, a nuestras madres y a nuestras esposas.