20/12/2025
12:20 AM

La Ceiba, un plan de desarrollo y un libro

Juan Ramón Martínez

Somos miembros de una cultura con poca conciencia del pasado, muy limitada conexión con la realidad y poca ilusión con el futuro. Por ello la mayoría de nuestras ciudades son un caos, en donde no se previó su crecimiento y no se anticiparon las dificultades. Tegucigalpa es el mejor ejemplo: en verano no tiene agua y en los inviernos, las lluvias la paralizan y ponen en peligro la tranquilidad y la vida de muchos de sus vecinos, especialmente los que, en forma resistente, siguen viviendo en zonas de riesgo. Aguas que podrían retenerse en el invierno por medio de varias represas pequeñas y medianas para conservar suficiente líquido y evitar inundaciones. Porque si bien estas las aceleran la basura que se deposita en cunetas y desagües, la verdad es que son las lluvias y la falta de planificación las que crean los problemas realmente. En otra oportunidad nos ocuparemos del sector informal de la economía, que ha convertido a las ciudades en verdaderos mercados ilimitados, que disputan calles y espacios urbanos construidos y dedicados para otros menesteres.

Afortunadamente hay excepciones. La Ceiba es una de ellas. Carlos Cálix, docente universitario que reside en Tegucigalpa, pero originario de La Ceiba ha escrito un libro en donde aborda la problemática de la ciudad costeña y en el que analiza los problemas y ofrece soluciones interesantes para que los líderes de aquella ciudad inicien una discusión sobre el futuro de la misma. El libro lleva por título “El modelo de desarrollo que La Ceiba necesita”. Los planteamientos son muy certeros. Define la potencialidad de la ciudad, calificándola como una de elevada competitividad, gobernable – todavía pese al despunte de la violencia, el narcotráfico y el aumento de la población— y con espacio probable de participación, con una población de altos niveles de educación y capacitación y con una abierta tendencia a la inclusión. No olvida recordar a los ceibeños que su ciudad es un gran espacio para el encuentro ciudadano – cosa que nosotros agregamos que, posiblemente, muy pocos entienden su alta potencialidad, incluso los que organizan los festivales que se celebran por allá, y una comunidad que, desde el principio de su historia, nació para vincularse con el mundo, convirtiéndose en la meca del banano, y en el que su principal actividad era la exportación hacia el mundo.

He leído el libro. Me gusta mucho. Pero también me obliga a plantearme algunas interrogantes, fruto de algunas visitas e iniciativas que hiciéramos hace poco, acompañados de un gran amigo y líder empresarial de allá, Edison Cárdenas, así como por las atenciones y conversaciones con un sobrino empresario, Denis Quezada Martínez. La primera de ellas es la duda que tengo de que La Ceiba haya sido alguna vez ciudad turística. Para nosotros lo son Roatán, Utila, Amapala y Trujillo; La Ceiba no. Nunca fue pensada para ello. Desde el principio, La Ceiba fue una ciudad de servicios, entre los cuales, por supuesto, se incluye el turismo. Es la puerta de entrada para que bienes y servicios circulen para las Islas, Olanchito, Tocoa y Trujillo. Y, además, es la puerta para que la producción de Ceiba viaje al exterior. Tiene el mejor aeropuerto del país, en término de tamaño de pista; pero carece de los empresarios que atraigan visitantes y exporten productos perecederos a las islas del Caribe Inglés y Cuba, Haití y República Dominicana.

El libro tiene una propuesta que hay que discutir. Y quienes tienen que hacerlo son los líderes de La Ceiba, Islas de la Bahía, Trujillo, Tocoa, San Pedro Sula y Olanchito. La Ceiba, por su ubicación (y a principios del siglo pasado lo fue), está en una zona que le puede permitir ser un subpolo de desarrollo, haciendo pareja con San Pedro Sula.

Tengo dos dudas: la primera es si la ciudad tiene el liderazgo del pasado, que confiaba más en sus energías que en el Gobierno. Y, la segunda, sobre el papel de las universidades. En todas partes, las universidades son un foro que disemina ideas, promueve iniciativas y crea propuestas creativas para el desarrollo. Menos las universidades ceibeñas, que están en lo suyo, agachadas, formando profesionales que lo único que les interesa es el fin personal.