Hace unas décadas llegué desde La Lima a Tegucigalpa para inscribirme en la carrera de Medicina de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Éramos muchos los aspirantes a cursar las carreras de la salud, de tal suerte que para hacer el Ciclo Común de Cultura General (premédica para Medicina) había unas 10 secciones. Yo estaba en la S6 y ahí me encontré con dos compañeros con quienes hice una amistad firme y duradera, sobre todo porque, en gran medida, coincidíamos con nuestras aspiraciones de una enseñanza de alta calidad y de un trato respetuoso para los estudiantes. Había entonces mucho rigor y exigencia en los estudios de medicina y por eso fuimos muy pocos quienes logramos llegar hasta el final sin perder un tan solo curso, más precisamente solo siete (7).
Los dos compañeros a quienes me referí arriba son Guillermo Emilio Ayes Carías y Salvador Pineda. Los tres hicimos un trío de estudiantes dirigentes del movimiento estudiantil que reivindicó muchos avances en la carrera de Medicina con el apoyo de muchísimos otros compañeros del mismo curso y de los otros que venían detrás. Nuestra actividad política estudiantil tenía respaldo de la mayoría de los estudiantes de la facultad porque además de plantear y exigir reivindicaciones justas éramos también líderes con nuestras buenas calificaciones.
Guillermo Emilio era el que, de los tres, contaba con el respaldo de los recursos de sus padres: el licenciado Guillermo Ayes y su esposa Elena Carías. Por esa razón Guillermo Emilio contaba con todos los libros de texto que no todos podíamos adquirir. Guillermo nos mostró su generosidad al permitirnos ir a su casa a estudiar en grupo. Ahí no solo recibíamos la solidaridad de Guillermo Emilio con sus libros y fotocopias que el chofer Efraín iba a buscar en la biblioteca médica, sino que también nos ganamos el cariño de don Guillermo y de doña Elenita.
Cuando nos quedábamos por la noche para estudiar en esa casa, doña Elenita nos dejaba una mesa llena de comida: carne de res, pollos, pan, frijoles, arroz, frutas de la temporada, refrescos y pasteles para que comiéramos durante nuestra faena de estudio. Don Guillermo, quien dirigía la imprenta La Democracia, era un sabihondo interlocutor que nos llenaba con su conversación en los paréntesis para el descanso, de una enorme sabiduría en muchos campos del conocimiento. Cuando iniciamos la lucha para lograr la dirección estudiantil en la Asociación de Estudiantes de Medicina y Cirugía de Honduras (Aemch), una de las más prestigiosas en la Unah, en la imprenta nos hacían, sin pagar centavo alguno, cubiertas para los folletos que nosotros imprimíamos en mimeógrafo con material científico para nuestros compañeros, y otros materiales que siempre eran de mucho beneficio para todos.
En la imprenta La Democracia se imprimía la Revista Ariel y eso me dio la posibilidad de conocer y de conversas largo y tendido con don Medardo Mejía, a quien no temía hacerle preguntas sobre el camino que Honduras debía seguir para su desarrollo. Esa amistad me permitió continuar la colaboración con la revista que yo había iniciado desde La Esperanza y continué desde La Lima. Las tertulias me permitieron la profundización de la amistad con ese entrañable patriota e intelectual hondureño a tal grado que al final me invitó a visitarle en su casa y ahí pude tener en mis manos importantes libros que ya no era posible adquirir en ninguna librería. Cuando don Medardo “cogía pata”, era don Guillermo quien hacía la revista y escribía los editoriales. Guillermo Emilio, Salvador y yo nos graduamos junto con otros 21 compañeros, todos con muy buen nivel, a tal grado que no creo equivocarme si digo que esa entrega de la universidad ha jugado un papel preponderante en el desarrollo de la medicina nacional y en otros campos.
Guillermo Emilio tomó un camino diferente al nuestro en el momento de escoger su especialización porque se inscribió en Fisiología en Caracas, de donde egresó con excelentes notas y se dedicó por completo a la docencia en el Departamento de Fisiología de la Facultad. Ahí se destacó como un docente fiel a los principios que eran nuestro norte durante las luchas estudiantiles. Intentó varias veces, igual que yo, ascender a la decanatura de la Facultad de Ciencias Médicas pero la mediocridad no se lo permitió. Fue dirigente gremial y hombre justo preocupado por el camino independiente de Honduras.
Guillermo Emilio ha fallecido. Honduras pierde a uno de sus grandes hijos.
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