01/05/2024
09:01 AM

Forjando el Carácter

  • 31 marzo 2024 /
Emy James

Porque cuando somos débiles estamos en desventaja con respecto a los demás. Por otro lado, cuando hemos dejado desarrollar, y fortalecido, el carácter, las cosas son distintas. Pero ¿cuáles son las características de alguien en ambos casos? y, ¿ qué cosas pueden llevarnos a una cosa o a la otra?

Bueno, tomando en cuenta que el temperamento forma parte de nuestra forma de ser y que este a su vez es en buena medida herencia de nuestra familia, entonces podemos decir que cuando nos encontramos carentes de ciertas habilidades psíquicas, emocionales y demás, es debido a ese legado genético, por un lado. Luego podría ser que un estilo de crianza autoritario, pocas experiencias desafiantes tanto dentro como fuera de casa, así como un entorno dominante, no le han dado mucha oportunidad que digamos a la formación de nuestro carácter.

Muy probablemente todo lo anterior ha forjado una personalidad temerosa, evasiva e insegura que tampoco es de ayuda. Entonces nos cuesta trabajo decir que no cuando es exactamente eso, lo que queremos hacer.

Tememos al juicio, a las reacciones de los demás y a la soledad. Percibimos con más intensidad las situaciones negativas, nos tomamos las cosas de manera personal, nos enfermamos con facilidad, las emociones andan a flor de piel con demasiada frecuencia, no somos felices con las confrontaciones, las evitamos a toda costa. Esto puede derivar en una actitud pasivo-agresiva en nosotros, una de las más peligrosas.

La contraparte de esto serían esos seres tan admirables, los que poseen un carácter fuerte (no confundir con “mal carácter” que es una cosa muy diferente, no tan admirable que digamos). Otra vez, una mezcla de genes y ambiente. Solo que aquí estamos hablando de la posibilidad de un entorno poco amable, experiencias tempranas desagradables, con la imperiosa necesidad de hacerles frente.

Ahora mismo viene a mi mente las palabras de uno de mis artistas favoritos, Robert Downey Jr al recibir el premio Oscar de este año por su brillante trabajo en Oppenheimer: “Quiero agradecerle a mi terrible infancia y a la academia, en ese orden”. Y es que “ningún mar en calma hizo grandes marineros”.

Y ya lo decía el buen Goethe: “El talento se educa en la calma y el carácter en la tempestad”. Cuando una persona ha esculpido pulcramente ese temple se nota porque es gente con una buena dosis de realismo, alta tolerancia a la frustración, autocontrol, comprometidos con quienes son, asertivos, firmes y valientes.

Esa valentía que Aristóteles consideraba una virtud, el punto medio entre la cobardía y la temeridad, y según Jorge Luis Borges “nadie se arrepiente de ser valiente”. Cuando vivimos en la pasividad, nos cuesta más trabajo hacer un buen papel de líder en cualquier ámbito, no somos los mejores socios o profesores.

Y podemos dejar mucho que desear como hermano, como hijo, padre, amigo o como pareja. Si insistimos en la no participación, nos va a costar más trabajo encontrar nuestro lugar en el mundo.