28/03/2024
06:28 AM

Facilitar la comunión familiar

Roger Martínez

Decía la semana pasada que el mejor lugar para pasar estos días era el hogar; y el hogar uno lo lleva con uno donde quiera que vaya, porque no es un espacio físico; es la cercanía, la comunión íntima con la gente a la que se ama y de la que se recibe cariño. De ahí que podría ser la propia casa, o la de los amigos, o la finca, o el hotel de playa o de montaña.

Ahí, en cualquiera de esos lugares, debemos hacernos el propósito de hacer que los que nos rodean la pasen bien. Repito, que los demás la pasen bien, no solo nosotros; porque las atenciones, los pequeños servicios, las sonrisas, los gestos serenos y pacientes, cuando se prodigan, suelen venir de regreso.

Es decir, hay una relación de correspondencia entre lo que se da con lo que se recibe. Pero conviene adelantarse; no esperar que los demás nos atiendan sino atenderlos primero nosotros; no esperar que los demás me sirvan sino servirlos yo; no esperar que los demás me sonrían o me tengan paciencia, sino sonreír y mostrarnos pacientes nosotros primero.

Un clima distendido, lleno de cariño; uno que permite realmente descansar el cuerpo, la mente y el espíritu, exige una actitud proactiva de parte de todos. Y eso incluye querer y dejarse querer, servir y dejarse servir.

Porque puede pasar que, quien sabe por qué, a veces nos ponemos esquivos, rehuimos a las atenciones, al cariño y a los servicios que los demás buscan prestarnos. Un poco de autosuficiencia, de orgullo del malo, de soberbia, incluso, puede volvernos intratables y difíciles de ayudar. Sé de personas a las que a una sonrisa contestan con un gesto destemplado o que cuando se les quiere prestar un servicio argumentan que se bastan por sí mismos y que no necesitan ayuda. Y así es imposible que haya en el hogar un ambiente de paz y de alegría.

Esta Semana, o lo que queda de ella, debemos hacer un esfuerzo por, como decía un santo, ser sembradores de paz y de alegría; ser propiciadores de serenidad y calma. Ya bastantes problemas hay en el país y en el mundo para que creemos nosotros más en nuestros ámbitos más íntimos.

Hace años recuerdo hacer escrito que el hogar es un refugio inexpugnable y que, aunque la calle nos maltrate, nos aplaste o busque hacernos trizas, en el calor de la familia debemos refocilarnos, recuperarnos y cargarnos de energía.

Ya lo ha dicho el papa Francisco, el hogar debe ser como un hospital de campaña, en el que, en medio del fragor de la batalla, sanamos nuestras heridas y tomamos aliento para seguir bregando en esta travesía que se llama vida.