24/04/2024
08:56 AM

El Mundial

Henry Asterio Rodríguez

Podríamos decir con toda propiedad que está a punto de terminar el Mundial de fútbol más controversial de la historia, desde que en 1930 se celebrara la primera Copa del Mundo en Uruguay, país cuya selección nacional cayó eliminada a pesar de vencer a Ghana dos goles a cero, pues tras un gol de Corea del Sur frente a Portugal en el minuto 91, los charrúas quedaban fuera de los octavos de final por diferencia de goles.

Esta es solo una de las grandes sorpresas que este campeonato ha traído consigo, y en donde muchos pronósticos han quedado en papel mojado.

Pero estas líneas son solo una introducción a la realidad que quiero analizar, lo cierto es que el Mundial de Qatar ha estado envuelto en la polémica desde el inicio, con todo el halo de corrupción que rodeó la elección de su sede, pasando por las denuncias de “esclavitud” y explotación laboral que conllevó la megaconstrucción de los estadios, hasta llegar a las estrictas leyes islámicas que han marcado el desarrollo del evento.

Hemos presenciado el epítome del doble discurso de la sociedad del mundo moderno, a quien no le importa hacer a un lado sus “luchas ideológicas” con tal de llenar sus bolsillos, satisfacer sus pasiones o dar culto a la verdadera “nueva religión” del mundo, el fútbol.

Sé que viniendo de un cura estas palabras son temerarias, pero si analizamos este fenómeno nos daremos cuenta cómo los estadios son en realidad nuevos templos, sin dios, pero con 22 ídolos en cada partido, en donde las masas del mundo intentan compensar, o quizás llenar el vacío existencial que le deja la debacle política, social, económica e incluso eclesial que descubre a su alrededor. Los jóvenes de hoy ya no solo ven en el fútbol un deporte que practicar, sino algo más grande a que adherirse, un punto al cual referenciarse a falta de modelos que les inspiren.

De esta manera, los gritos de los hinchas en las graderías dejan de ser solo porras apasionadas de ánimo o reproche para con su equipo, y se convierten en una catarsis, porque el partido que se desarrolla en el campo es, en sí mismo, una metáfora de la propia vida, para el que lo sabe contemplar.

Increíblemente, este valor simbólico es el que ha venido perdiendo la religión, por eso creo que es urgente tanto para los hombres y mujeres de fe, como para nosotros, los pastores de la iglesia, analizar con lupa y detalle esta capacidad simbólica del deporte rey para lograr comprender en qué radica hermenéutica, y cómo podemos recuperarla en aquellos lugares y con aquellas personas con quien la hayamos perdido.

Como recuerda el papa Francisco: “Con su periodicidad de cuatro años, el Campeonato Mundial de fútbol demuestra ser un acontecimiento que cautiva a cientos de millones de personas. No hay casi ningún otro acontecimiento en la Tierra que alcance una repercusión de vastedad semejante. Lo que demuestra que con ello está tocándose algo radicalmente humano, y cabe preguntarse dónde se encuentra el fundamento de este poder en juego”, (Papa Francisco, citado en La Nación, Canchallena por Siwak, 2014).