“Realizaremos la justicia social, pero en austeras formas de disciplina, sin repetir el drama de empujar a masas desvalidas en busca de su redención para arrojarlas a la anarquía, que acabará por destruirlas”, Óscar Únzaga. Hay dos preguntas ineludibles e inseparables. ¿Quién soy yo? y ¿para qué nacimos? Sabemos desde el punto de vista físico es un ser que trasciende a pesar de su materia, es algo complejo porque cuando la mente racional pretende hacerlo puede caer en la locura y pensar que el hombre y su mundo es una ilusión, una imaginación perfecta de un ser superior, infinito y eterno.
Si la razón no da la respuesta es donde aparece la fe, donde aparece el mundo sin límites. El ser humano es dramático, capaz de amar y odiar, dar y vivir en mezquindad, matar y aplastar con tal de ganar. Nuestra identidad es el fundamento de la integridad, la fe no ridiculiza, sino materializa quitando lo dramático.
“Nuestro sumo sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo, él nunca pecó”. Hebreos 4:15 NTV. Los hechos siguen la fe. La fe determina lo que serán los hechos; empiece en donde está, no donde quiere estar. No sea como “los que menospreciaron el día de las pequeñeces”, Zacarías 4:10. RVR1960