19/04/2024
02:34 PM

¿Dónde está Jesús?

Francisco Gómez

Su venida fue anunciada por profetas centenares de años antes, según consta en escritos sagrados.

Llegó al mundo hace más de 2,000 años para salvar del pecado a la humanidad, para traer luz a un mundo oscuro. Vino en forma de niño, nacido paupérrimo, en tierra de mil y una noches. Su mensaje fue tan impactante que con su nombre se erigió una iglesia que en la actualidad tiene alrededor de 2,400 millones de fieles. La más grande del mundo.

La festividad de su nacimiento es la celebración más importante del año en casi todo el planeta. En países y culturas diferentes. Una celebración que se basa en la esencia de la unión familiar. Una para niños que embelesados en la leyenda del gordito barbado en el trineo volador, repartiendo regalos a los niños del planeta, esperan con gran expectación esa noche.

Pero lastimosamente esta celebración íntima familiar se transformó en otra cosa. Pasó de lo sublime a lo frívolo. De lo humilde a lo opulento. Dejó de ser para niños, a una de adultos.

Cada año que pasa nos alejamos más del sentido de la celebración. El modernismo avasallante y despersonalizante acabó con lo mágico. Liberó su peor demonio, el exceso, y nos perdimos.

Muchos se reúnen en sus templos temprano esa noche en una ceremonia especial para honrar su nacimiento, pero al concluir los actos salen de allí apresuradamente, apagan las luces, cierran la puerta con llave, y se van a sus casas a iniciar la fiesta mundana dejando solo al Niño recién nacido. Allí acabó la celebración en su nombre. Eso fue todo para Él. Les robamos a los niños el encanto de la tradición.

La Navidad ya no honra la historia del que nació en un pesebre en tierra lejana, que vino a enseñarnos a ser buenas personas, básicamente.

Es una fiesta para celebrar el “porque hoy es hoy” más importante del año. Ya no es Feliz Navidad, es “felices fiestas”, literalmente. El mercantilismo, el consumismo y la ausencia de espiritualidad han creado otra fiesta profana paralela.

Vino a traer luz a un mundo cada vez más oscuro y le estamos dando la espalda.

La Navidad es la única celebración del año donde permitimos que el ángel interno que llevamos dentro se manifieste sin avergonzarnos, y que por una única noche, seamos genuinamente buenas personas. El resto del año nos colocamos una máscara para esconder lo que realmente somos.

A pesar de todos, la Navidad llega otra vez, a tiempo.

¡Bienvenida!