20/12/2025
07:58 PM

Decadentes

En una encuesta de la compañía Gallup en 1997 en dieciséis países, más del noventa 90% de los encuestados en Europa consideraban normal tener hijos fuera del matrimonio.

Francisco Gómez Villela

Decadencia es la declinación o el principio de la ruina de algo o alguien. Se trata de un proceso de deterioro y menoscabo. Decadencia moral es la degradación de los valores que tiene un individuo o grupos de personas. La Conferencia Episcopal de Honduras emitió recientemente un comunicado referente a la situación actual del país. Un documento duro, pero objetivo que dibuja la realidad del país en todos sus escenarios. Del individuo común, de las instituciones, de la política, del Estado. Y finaliza externando la preocupación por “la decadencia moral en que esta cayendo nuestro país. Nunca es lícito hacer el mal para obtener un bien”.

A lo largo de la historia los valores morales han aportado sentido a la vida a través de el establecimiento de prioridades, límites y reglas de conducta. Se enseñaban en los hogares de antes como parte de la instrucción de padres a hijos. Desde hace décadas en nuestro país hemos ido dejando de lado estos ideales de conducta porque interfieren contra nuestros intereses. No son compatibles. Es como si guardáramos nuestra conciencia bajo llave para no verla ni oírla. Como para no tener que lidiar con la culpa. Para poder actuar incorrectamente sin remordimientos.

Pérdida del respeto a la autoridad, ausencia de urbanidad, falta de cortesía, del respeto a la vida, disolución de familias, irrespeto al de mayor edad, lenguaje vulgar, la promoción libre de censura de la sexualidad, desconocimiento a las leyes, la corrupción, la conveniencia, son algunas de las situaciones que nos tienen en este estado aceptado como normal ahora.

En una encuesta de la compañía Gallup en 1997 en dieciséis países, más del noventa 90% de los encuestados en Europa consideraban normal tener hijos fuera del matrimonio. Y en relación a aspectos religiosos una de las respuestas más comunes en países occidentales consideraba que ser fiel a una religión era uno de los aspectos menos importantes en la vida. ¿Evolucionamos o volvemos al homínido ancestral?

Necesitamos una brújula moral que nos ayude a hacerle frente al materialismo, al ego, a la cultura de la codicia y a la indiferencia por los sentimientos de los demás. Requerimos que los líderes políticos, de grupos, de negocios, gobernantes tengan los valores adecuados para llevarnos a un mundo más justo y seguro, menos violento, y más amigable. La lucha por la verdad no debe ser causa de violencia, ni de conflictos. El culto enfermizo de la propia individualidad nos hace considerarnos infalibles de pensamiento y obra, nos vuelve déspotas e insensibles. Es difícil hablarle al desposeído de valores morales cuando su preocupación diaria es la supervivencia. Tienen cosas más importantes que resolver que analizar su comportamiento. Pero los demás no tienen excusas para comportarse decentemente. El saqueo en las calles y el de las instituciones estatales tiene la misma connotación y es llevada a cabo por delincuentes. No se les puede llamar de otra forma. Son el resultado de la decadencia moral que está tan arraigada entre nosotros. Es la causa básica y omnipresente de todo lo malo que está sucediendo. Hemos permitido que lo correcto ya no sea cualidad sino un estorbo.