Si padeciéramos de una enfermedad terminal y solo nos quedaran unos meses de vida, dedicaríamos nuestro último tiempo a poner en orden los asuntos pendientes, a honrar las deudas, a contemplar las bellezas verdaderas de la vida, a expresar profundamente sentimientos positivos, como el amor, el perdón, etc.
Esto deberíamos hacerlo siempre y no hay excusa para no hacerlo al final. Escribo algunas medidas para estar listos para la última hora:
Perdonar a todos como a verdaderos hermanos nuestros y especialmente aquellos con quien no tenemos una buena relación.
Hacernos un profundo examen de conciencia, pedir perdón a Dios y al prójimo y reparar los daños que hayamos causado.
Ser más amorosos con nuestros familiares y con nuestro prójimo.
Sanear nuestras finanzas pagando hasta la deuda más pequeña.
Evitar la vorágine diaria y dedicar más tiempo a meditar, a contemplar las maravillas de la creación y a compartir más tiempo con los seres queridos.
Involucrarnos en actividades encaminadas a proporcionar cariño a los ancianos, a los niños huérfanos, a los enfermos, a los privados de libertad y realizar donaciones de comida, ropa y medicinas, evangelizar, alfabetizar.
Practicar los preceptos plasmados en el poema En vida hermano, en vida, de A. Rabatté:
“Si quieres hacer feliz a alguien que quieres mucho, dícelo HOY, sé muy bueno... en vida, hermano, en vida. Si deseas dar una flor, no esperes a que se mueran, envíala hoy con amor... En vida, hermano, en vida. No esperes a que se muera la gente para quererla y hacerle sentir tu afecto. Tú serás muy feliz si aprendes a hacer felices a todos los que conozcas. Nunca visites panteones ni llenes tumbas de flores, llena de amor corazones, en vida, hermano, en vida”.
En estos tiempos de pandemia deberíamos aprovechar para poner en orden nuestros asuntos personales, pedir perdón a Dios y al prójimo y reparar los daños que hayamos causado... En vida, hermano en vida...
