30/05/2023
08:20 AM

Cosas de gramática

Cándido Alvarado

“El profesor detectó un problema en el desarrollo de un trabajo escrito elaborado por alumnos de noveno grado; yo se los comenté a todos mis compañeros”, es una expresión muy difícil de no entenderla, cualquier persona sabrá su significado; no obstante, sintácticamente tiene una falla en el uso de “los”, pronombre átono que para el hablante indica el objeto directo, pues lo detectado solo fue un problema, no varios; luego el objeto directo sería identificado con “lo” y no “los”, por lo que la oración tiene que ser “El profesor detectó un problema en el desarrollo de un trabajo escrito elaborado por alumnos de noveno grado; yo se lo comenté a todos mis compañeros (lo comentado es el problema).

Lo mismo sucede cuando alguien expresa: “La gerencia le dio permiso a todos sus empleados para ver el partido”, ejemplo en el cual el objeto indirecto (todos sus empleados) va en plural, y al ser reforzado con pronombre átono obliga a que este sea en plural: “les”, y el enunciado quedará “La gerencia les dio permiso a todos sus empleados para ver el partido”, pero también se puede omitir “les” y dejar “La gerencia dio permiso a todos sus empleados para ver el partido” y la oración no pierde significado alguno, si ya se sabe que el átono “les” solo es un refuerzo del objeto indirecto.

Y sobre la semántica hay curiosidades, como el adjetivo “inexorable” que casi todos lo aplicamos con el sentido de lo inevitable: “La muerte es inexorable para todos los seres vivientes”; pero nadie la usa con el sentido original (del latín inexorabilis) cuyo concepto se aplicaba para aquel individuo que no era posible convencerlo con ruegos porque era absolutamente inflexible: “Los que juzgaron a Jesucristo fueron inexorables en sus decisiones”.

Ahora inexorable es muy difícil que no se emplee si no es referido a lo inevitable.

Los hablantes olvidamos que inexorable también es sinónimo de implacable, inflexible, intransigente, inapelable.

Asimismo, han pasado al camposanto de la lengua el verbo exorar (pedir, solicitar, rogar) y el antónimo de inexorable: exorable, que es aquella persona que se deja mover fácilmente con ruegos y de esa manera se vuelve condescendiente. Por eso los estructuralistas están tan claros cuando dicen que la lengua es dinámica, puesto que las palabras se gastan o se traslapan, cambian de significados o simplemente son “suspendidas”.

Lo que sí puedo asegurar es que exorar y exorable son palabras que han caído en desuso; pese a esto, en determinados contextos pueden emplearse.