17/01/2025
09:09 PM

Con chamba vivís mejor

Cuando platicamos hacemos uso de una competencia léxica que en tiempo sumamente rápido nos da la posibilidad de preparar mensajes, es cuando codificamos textos de algo que deseamos expresarle al oyente. El receptor escucha y a la vez decodifica lo que el emisor le envía. Pero no se trata de que entre el emisor y receptor haya un código común, que hablen la misma lengua, se trata de que entre ambos se maneje el nivel que en ese momento utilizan. Los médicos en su campo de trabajo tienen su propio léxico; los profesores hablan de material didáctico, puntos acumulativos; los colegiales no dicen “me dio copia de la tarea”, ellos estilan “me dio chepia de la tarea”. Cada grupo tiene su nivel y su jerga. Las personas cultas emplean el nivel culto, esa lengua que es rica en vocabulario, con una pronunciación adecuada, correcta y cuidadosa; además que usa cultismos (hemisferio, anacrónico, ósculo). Algunos filólogos aseguran que del lenguaje culto depende el nivel científico-técnico, ese que se emplea para hablar o escribir sobre un campo determinando de la ciencia o la cultura: biopsia, chip, mecatrónica, etnografía, son términos científicos. Asimismo, el lenguaje literario es por naturaleza culto, acaso el nivel más alto de uso de la lengua; en este nivel es muy importante lo que se dice como la forma en que se expresa el mensaje. Es el nivel de la novela, la poesía, el arte a través de la palabra.

Pero es importante aclarar que cada nivel tiene su espacio. No es posible que a un campesino iletrado se le hable con el mismo lenguaje que se le aplica a un abogado: “Usted deberá nombrar un curador ad litem”, dicen los juristas. Sin embargo, si el hablante pese a ser educado no tiene una buena competencia lingüística, convierte lo culto en vulgar. Vulgar no es sinónimo de soez. La persona vulgar es aquella que utiliza muy pocas palabras no porque le agrade ser breve, sino porque carece de léxico; por lo general usa oraciones cortas y sin terminar; estos hablantes son prolijos en vulgarismos (haiga, dentre, delen, semáfaro). Algo muy especial en el nivel vulgar (y que parece tan normal) es el abuso de apelaciones al interlocutor: “¿Te das cuenta?”, “¿Sabes?”, “¿Sí?”, muletillas que son más que todo de relleno. Pero no se puede confundir el nivel vulgar con el coloquial. Lo coloquial es lo familiar, esa forma que se utiliza más en la vida cotidiana. El hablante coloquial es espontáneo y muy natural, aunque en muchos casos se comenten incorrecciones de pronunciación: “Uste es olanchano”, “Se me arruinó el reló”. En el nivel coloquial tienen su lugar los regionalismos: “Con chamba vivís mejor” es una expresión coloquial que en lengua culta equivale a “Con trabajo vivís mejor”, pero el Presidente acaso por una “identificación” con el pueblo ha preferido usar “chamba”, palabra empleada en muchos países de Latinoamérica con el concepto de “actividad que realiza habitualmente una persona para ganarse la vida”. Pero en México, República Dominicana, Panamá y Ecuador es “empleo inestable, trabajo por lo general de poca importancia que se realiza de manera ocasional o esporádica”, siendo así, pues don JOH no anda mal con su coloquialismo, pues esos trabajos que ofrecen son verdaderas chambas en el sentido estricto de la palabra.