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Con bandera de loquitas

  • Actualizado: 02 agosto 2013 /

Las personas se vuelven homosexuales por dos razones, una, porque traen una inclinación congénita heredada y dos porque en la infancia o en la juventud vivieron una situación traumática que alteró de manera brutal o progresiva, la consumación de una personalidad plena, sana y universalmente correcta.

Durante décadas la homosexualidad fue considerada por la medicina como una enfermedad pero la iglesia – tanto la antigua como la moderna – la considera un pecado grave; una abominación… dicen los sacerdotes. Recientemente el Papa Francisco fue confrontado directamente por la prensa brasileña sobre este respecto, pero el Papa, como buen argentino, evitó referirse al tema a través de una enorme parábola filosófica. Cuesta un mundo llegar a un consenso definitivo sobre el enfoque que la homosexualidad debe tener pero toda la gente, al menos la gente que yo conozco, la considera un verdadero problema. Quizá suene duro para los implicados en este asunto: pero lo cierto es que por muchos ropajes legales, políticos o culturales que le queramos poner al asunto, la homosexualidad es un verdadero lío para quien la asume de forma declarada.

Si la homosexualidad fuera motivo de orgullo y no una lamentable desviación de la conducta, miles de hombres se declararían loquitas al momento. Todos los homosexuales que lo son en secreto saben perfectamente que no existe ninguna ley humana, ninguna cultura suficientemente liberal y ningún medio social suficientemente complaciente ante las expresiones de la homosexualidad declarada. De ahí que las organizaciones gremiales de homosexuales son células políticas montadas por malos líderes que les han mentido y los han engañado. Estos malos líderes les han dicho que salgan a la vía pública y se tomen el mundo por asalto. Que vayan por las pasarelas del planeta izando las banderas arcoíris de la diversidad de género y que inclusive agravien y ofendan a todo aquel que los desaire, o los moleste por su condición. En días recientes una organización “gay lésbica” entabló una demanda contra un pastor evangélico de reconocido prestigio solo porque dicho pastor hizo citas bíblicas en su sermón dominical al respecto de la homosexualidad… son los primeros síntomas de que los malos líderes están yendo demasiado lejos.

Para mi modesto entender, lo que vuelve digna una condición homosexual es que se asuma con valor. Sin cobardía. Como diría el dicho “lo loquita no quita lo valiente”. Si una persona desea declarar, vivir e inclusive disfrutar su excéntrica condición sexual debe estar plenamente consciente de que esta opción lleva riesgos e implica la renuncia a muchas cosas.

Todo aquello que hacemos en la vida y que contradice los valores históricos del ser humano correcto, puede ser tolerado. Pero la tolerancia no significa suspensión de todo aquello que constituye el ideal del hombre ético ni la moral de la mujer íntegra. Aunque los malos líderes les machaquen todos los días que no existen “los hombres éticos ni las mujeres íntegras”… mienten. Sí existen y son millones. La valentía de un homosexual no consiste en desatar una cacería de brujas contra todos aquellos que se aferran a su integridad histórica, sino, en comprender que hay personas y seres humanos que son la cepa divina del mundo y que todo aquel que toca o perjudica a los hombres de Dios… termina liquidado.