09/11/2025
10:58 AM

¿Claudicar o morir?

Los datos de la situación de la Iglesia Católica en Alemania son contundentes. Para el 69% de los católicos no tiene importancia aceptar los dogmas de la Iglesia. El 86% aprueba el uso de anticonceptivos. Incluso en la católica Baviera, siete de cada diez divorciados vueltos a casar va a comulgar sin problemas de conciencia. Y los jóvenes están aún peor: nueve de cada diez practica el sexo al margen de cualquier norma moral, sin ningún tipo de remordimientos.

Ante esta situación solo hay, aparentemente, dos opciones: adaptarse o morir. Es decir, o la Iglesia asume lo más rápidamente posible el relativismo moral -y luego el dogmático- o está condenada a desaparecer. Algunos obispos alemanes parecen haber optado ya por la adaptación, a juzgar por sus recientes declaraciones.

Pero he dicho que solo aparentemente caben dos opciones. En realidad hay una tercera: evangelizar. Una evangelización que no tiene nada que ver con atrincherarse en grupos reducidos e irreductibles, como si fueran fuertes inexpugnables que resisten el paso del tiempo y el sitio del enemigo. Más bien, se trata de llevar a cabo una evangelización que salga fuera, que use los medios de comunicación, que se atreva a ser interpelada y aproveche los ataques y las críticas para dar razones de la propia fe, de la propia moral, del verdadero dogma católico. Tenemos que hacer un esfuerzo, con la oración, el testimonio y la palabra, para mostrar y demostrar que las enseñanzas morales de la Iglesia son la mejor opción para ayudar a la persona a encontrar la felicidad, que tener sexo con el primero que se presenta no es auténticamente humano ni realiza a la persona, que matar al no nacido es un crimen equiparable al genocidio nazi, que acabar con los ancianos o enfermos -por mucho que se disfrace de muerte dulce o por compasión- es una forma egoísta de construir la sociedad.

Benedicto XVI, alemán y buen alemán, que conocía cómo estaba su país y cómo estaba el resto de Occidente, quiso prepararnos para pasar un duro invierno, pero no a base de rendirnos ni de aislarnos, sino a base de formarnos intelectual y espiritualmente para hacernos capaces de reconquistar Europa para la fe. Las periferias de que habla el papa Francisco no están solo en los rincones escondidos de África o en las favelas de Río de Janeiro. Están también en las muchedumbres, incluso bautizadas, que ya viven como ovejas sin pastor y, como consecuencia, son víctimas de los lobos feroces, a la vez que se convierten ellas mismas en lobos para otros.

La alternativa ante la tragedia que vive la Iglesia alemana, y la francesa, y la holandesa, y la belga, y la austriaca y también la italiana y la española, no es claudicar o morir. Es evangelizar. La fórmula no es nueva y ha sido probada con éxito muchas veces: oración, sacrificio, testimonio y formación. Es un reto, ciertamente, pero un reto apasionante. Lo que no es apasionante es tirar la toalla y decir que lo malo es bueno, según lo decidan los que mandan a través del truco de las estadísticas.