29/03/2024
08:28 AM

Ceniza

  • 22 febrero 2023 /

Los cristianos católicos de todo el mundo iniciamos el día de ayer, Miércoles de Ceniza, el camino de la Cuaresma. Cuarenta días de preparación que la Iglesia, nos ofrece como camino de reflexión, y conversión, preparándonos para vivir la contemplación y actualización de los misterios de salvación de la Pascua de nuestro Señor Jesucristo, durante la Semana Mayor.

El número 40 en la sagrada escritura, asociado a días o años, expresa un periodo de prueba y preparación para el pueblo de Dios: cuarenta días duró el diluvio, cuarenta días pasó Moisés en el monte Sinaí antes de recibir las tablas de la ley, cuarenta años caminó el pueblo de Israel por el desierto, previo la conquista de la tierra prometida. Cuarenta días duró la huida de Elías por el desierto, cuarenta días fue el plazo de Jonás, parta la conversión de Nínive, cuarenta días duró el retiro de Jesús en el desierto tras su bautismo.

Cuarenta fueron los días en que Cristo resucitado se le apareció a los discípulos, antes de la ascensión a los cielos.

Al inicio de este itinerario penitencial, la Iglesia nos propone tres ideas fundamentales como plataforma de despegue para este tiempo de gracia. El arrepentimiento y la conversión, en primer lugar, como signo de la voluntad para restablecer la comunión con Dios, sabiendo aprovechar el tiempo favorable del perdón y la misericordia. Y la práctica de la justicia, como prueba y garantía de que esta conversión nos ha llevado a un cambio de vida auténtico.

Es toda una pedagogía eclesial que se sella de manera hermosa con el signo de la imposición de la ceniza, sobre la frente o la cabeza de aquellos que durante estos días nos volveremos penitentes. No se trata de un mero ritualismo vacío y carente de sentido, su significado es más hondo. En la antigüedad ponerse ceniza en la cabeza, era símbolo de dolor, de arrepentimiento y de luto, se trata entonces de un gesto exterior que debe corresponder a la firme convicción de un alma arrepentida. Un alma que, contrita por el dolor que sus pecados han causado en el corazón de Dios, quiere expresar su deseo de enmendar el camino y ser más coherente con su fe.

Porque los gestos exteriores deben corresponder siempre a la sinceridad del corazón y la coherencia de las obras. Así nos lo expresa el autor sagrado de la profecía de Joel, “rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios” (Cfr. 2, 13 ss) Porque, ¿de qué sirve rasgarse las vestiduras, si el corazón sigue lejos del Señor?. Lo que cuenta, en realidad, es volver a Dios, con un corazón sinceramente arrepentido, con la esperanza de obtener su perdón y su misericordia.