Para comprobar efectos hay que confirmar causas, como en el caso de las bajas matrículas de estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Unah) en los últimos años.
La Unah años antes de la pandemia del coronavirus del 2020 llegó a tener una matrícula de 91,000, y en el primer del período académico del año 2024 llegó a 64,111 estudiantes a nivel nacional.
Vamos a las causas, y entre las instituciones que denuncian el fenómeno social educativo del nivel secundario está el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), donde confirman que el año pasado -hasta junio- de 544,611 jóvenes en el país de entre 15 y 17 años solamente están registrados como estudiantes colegiales 156,129; es decir, 388,000 dejaron de estudiar, y aún más en las zonas rurales.
Al darse esta baja de estudiantes que no terminan la secundaria, el efecto rebote lo reciben la educación superior, las universidades privadas y aún más las públicas, como la Unah y sus centros regionales.
En el caso específico de la Universidad Autónoma -“la universidad del pueblo”-, la rectora a nivel nacional y de una posición privilegiada académicamente a nivel latinoamericano y con sus 176 años de su fundación desde el 19 de septiembre de 1847, con José Trinidad Reyes, hasta el año 2024 con su rector Odir Fernández merece todo el apoyo de la sociedad hondureña, en especial del Gobierno central, que tiene el compromiso constitucional de acreditarle el 6% del presupuesto general a la máxima casa de estudios, y actualmente solamente le traspasa el 1.8%, igual a 7,265 millones de los 20,000 millones de lempiras que le corresponden. Si el Gobierno cumpliera tendría los mejores laboratorios para la docencia, investigación y vinculación a nivel latinoamericano y la Unah fuera gratis en un país llamado Honduras.
