28/04/2024
10:59 PM

Año Viejo y Año Nuevo

Henry A. Rodríguez

Este próximo domingo diremos adiós al año 2023 y daremos la bienvenida, si Dios lo permite, al 2024. Por lo general, para los cristianos católicos, esta celebración siempre coincide con los últimos días de la octava de Navidad. Ocho días en los que la solemnidad de la Natividad del Señor se prolonga en la Iglesia, como si fuera una sola jornada celebrativa. Cerrar un ciclo de tiempo representa siempre una llamada a la renovación y revisión de nuestra vida y de nuestra fe, preguntémonos: ¿Cómo arribamos al año nuevo?

¿Qué queda en nosotros de todo el bullicio y la parafernalia navideña con que el marketing nos ha invitado a celebrar estas fiestas?

¿Qué te deja a ti como vivencia personal esta Navidad? El año 2023 no ha sido un tiempo fácil para muchos, los retos económicos, sociales, políticos y religiosos que como mundo hemos transitado han hecho el camino más laborioso, y si a eso le sumamos los avatares personales y familiares, seguramente el cuadro terminará de pintarse solo.

Pero también es verdad que, para otros, quizás el 2023 ha representado un período de oportunidades sin igual, un avance en aquella meta que están determinados a alcanzar, o un tiempo de gracia y de mucho progreso.

En definitiva, no todos llegamos igual, pero todos necesitamos evaluar y revisar nuestro andar, porque todos somos depositarios de la misma promesa divina, y a todos se nos ha ofrecido esa gran luz que ilumina las tinieblas del mundo, que es nuestro Señor Jesucristo. (Cfr. Mt 4,16 ss) Y es que solo la fe en ese Dios tan grande y generoso que nos ha ofrecido a su Hijo como prenda de salvación, por amor a la humanidad, es la que nos recuerda que, cuando todas las puertas se cierran, la suya, la del Dios de Jesús, permanece siempre abierta brindándonos su amor incondicional, y haciendo renacer desde Él, la esperanza, para encontrarle sentido a la vida, e ilusión al futuro.

No obstante, no podemos olvidar que celebrar Año Nuevo en octava de Navidad es un signo que ha de interpelar la conciencia para comprender mejor este misterio de amor divino, pues como nos lo recuerdan en estas fechas las Sagradas Escrituras: “vino a los suyos y los suyos no le recibieron” (Jn 1, 12) quizás sean palabras algo fuertes en medio del contexto de la Navidad, pero no por ello menos oportunas en una evaluación de fin de año, pues como el profeta Isaías nos advierte, “Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Pero Israel no me conoce, mi pueblo no discierne”. (Is 1,3).

En este nuevo año, abramos la mente y el corazón a Dios para que Él ilumine con su luz nuestro entender y querer, para discernir mejor su voluntad. Y como reza una hermosa oración de San Pío de Pietrelcina, confiemos el pasado a su misericordia, el futuro a su providencia y el presente a su amor. ¡Feliz Año nuevo a todos!