07/12/2025
07:31 PM

Adoro la tecnología, pero...

Hace algún tiempo, cuando nos referíamos a un producto muy avanzado decíamos “solo le falta hablar”, pues bien, mi nuevo teléfono inteligente tiene todos los “mikis” y, además… ¡habla!

Una voz femenina, a la que se puede identificar su influencia española, está lista a contestar todas mis preguntas al instante, aun cuando no le haya hecho ninguna, simplemente porque mi mano con descuido ha rozado esa opción en su pantalla táctil.

“Hola, ¿qué quieres saber?”

“¿Puedes decirme la hora?” – le respondo tímidamente, solo para no ser descortés ya que en realidad no intentaba preguntar nada. Un instante después acato que me he metido en problemas.

“¿Cuál hora quieres saber, la de tu localidad o la de Cupertino?” (Localidad en California donde se ubica la central mundial de la empresa Apple). Ante esa pregunta no puedo evitar un poco de ironía de mi parte.

“No, quiero saber la hora de la segunda luna de Saturno”. Como un rayo su respuesta no se deja esperar, también con un poco de ironía y, sin duda, algo de enojo.

“No tienes que ser rudo, si me das unos minutos puedo calcular la de esa luna de Saturno, ¿piensas viajar pronto?”.

“No, solo quiero saber si puedo llamar a alguien allá y no quisiera despertarlo”.

“He buscado en Internet y la segunda luna de Saturno no está habitada, ¿me estáis tomando el pelo?”. Olvido por un momento que estoy hablando con un teléfono y no un ser humano.

“Quiero saber la hora en esa luna, punto”.

“No tienes que ser rudo, acaso no sabes que soy una máquina, moderna y eficiente por cierto”.

Decido terminar con ese diálogo despersonalizado, muy parecido al que a veces y muy a mi pesar me toca sostener con los robots contestadores en bancos y otras empresas. Coincidentemente aquí, también hablan con acento español.

“Buenos días, bienvenido a la central inteligente del banco, si desea hablar con una operadora marque 1, si desea verificar su saldo marque 2, para opciones del usuario marque 3 o de lo contrario permanezca en línea que una operadora le atenderá en breves instantes”. ¿Esa operadora no será acaso la misma de la opción 1? Por cierto, todos los instantes son breves, ¿no es cierto?

Sin brindarme oportunidad de nada, inmediatamente me descargan una serie de innecesarios anuncios. ¿Verdad que ya estoy hablando con el banco? No tienen que promovérmelo, ya llamé, se supone que ya respondí a una de sus masivas campañas publicitarias, ahora atiéndanme porfa.

“Nosotros somos el banco más bello, donde le damos el mejor trato y estamos más listos a servirle”. La verdad no quiero anuncios, me encantaría hablar con un ser humano y rápido de ser posible, en lugar de estar tecleando opciones impersonales.

¿Qué se habrán hecho las telefonistas de antes, esas a las que nunca se les “caía” el sistema y a las que uno, inclusive, llegaba a conocer por su nombre? ¿Las jubilaron?

Un día de estos relataré lo que sucedió cuando la operadora de mi teléfono inteligente entró en discusión con la del sistema de sincronización con que viene equipado mi auto.

También contaré los problemas con el “área de texto predictivo” de mi celular, el cual al menor descuido envía mensajes incoherentes, muy diferentes a los que yo quiero mandar… a toda velocidad desde luego.

Adoro y admiro la sorprendente tecnología moderna, seguro que usted también, creo que es maravillosa e imparable, nada más no olvidemos que en este lado del teléfono hay un ser humano... por el momento.