La estrategia de las tinieblas consisten en atacar a la familia y destruirla usando diversos métodos: adulterio, alcoholismo, pornografía, consumismo e inclusive promoviendo estructuras injustas sociales. Vemos que los estragos son enormes: una desintegración familiar que crece alarmante, donde el hombre olvida sus compromisos con su mujer e hijos, prácticamente abandonándolos, dejando muchas veces una estela de hambre y dolor en los niños que crecen sin padre. La pobreza extrema, no querida por Dios, ataca en la yugular la economía familiar y desangra la vitalidad de los niños que crecen sin los nutrientes necesarios y con escasa atención médica. Muchos papás e inclusive mamás, emigran fuera del país buscando mejores oportunidades dejando atrás una familia rota.
Pero hay otra estrategia más sutil y perversa: quieren destruir la integridad de la mujer, buscando degradarla moralmente, al extremo se sienta un objeto sexual, un ser de segunda categoría, una persona que vale poco. Todo se dirige hacia la progresiva desnudez de ella, visto eso en anuncios comerciales, películas y en modas cada vez más inmorales y dañinas. Atacando a la mujer, destruyendo su autoimagen de persona digna, capaz, auténtica e hija de Dios, va bajando su autoestima al extremo de considerarse una “cosa” al servicio de un machismo degradante, abusivo y explotador.
Se sabe que la mujer es el eje de toda la estructura y dinámica de la inteligencia emocional colectiva familiar. La aportación del varón es necesaria, importante, complementaria, para contribuir a factores tan decisivos como la fortaleza interior, confianza en sí mismo, seguridad de protección y su presencia activa fomenta el desarrollo del rol masculino en los niños y de la auténtica imagen del varón en las niñas, buscando ellas en el futuro aspirar a alguien bueno como su padre. Pero la mujer llega con su energía sentimental y emotiva, sustentada por su inteligencia e instinto maternal a las capas más profundas de la personalidad humana. Ella influye en niveles de la conciencia humana muy determinantes para el comportamiento posterior del niño o niña. Creo firmemente que María Santísima influyó notablemente en la sensibilidad humana de Jesús, en su empatía y amabilidad, en su capacidad de vibrar ante el dolor humano.
Pero las fuerzas de las tinieblas buscan acabar con su fruto y con ella. Si vemos en el Apocalipsis en el capítulo 12 el drama de la guerra del dragón y la mujer, captaremos además de la interpretación clásica de la Iglesia perseguida, o María atacada por el mal, también la figura de la mujer a la que se intentará destruir. “Una gran señal apareció en el cielo; una mujer revestida del sol, la luna bajo los pies y en la cabeza una corona de doce estrellas. Estaba encinta y gritaba con dolor en el trance del parto. Apareció otra señal en el cielo: un dragón enorme, con siete cabezas y diez cuernos y siete turbantes en las cabezas... El dragón estaba frente a la mujer que iba a dar a luz, dispuesto a devorar a la criatura en cuanto naciera”, Ap 12, 1-3. No le pudo hacer nada al niño y la mujer huyó al desierto. El dragón, o sea el diablo o Satanás fue vencido en el cielo y se lanzó a la tierra donde “persiguió a la mujer que había dado a luz al varón. A la mujer se le dieron las dos alas del águila gigante, para que volase a su puesto en el desierto”, Ap 12,13-14.
La mujer atacada, degradada por siglos y en todas las culturas. Es una vergüenza en la historia de la humanidad la forma en que ha sido tratada la mujer, sea como esclava, botín de guerra, objeto sexual, a la que se le prohibía opinar públicamente, participar en las decisiones de los pueblos, aprender a leer, a estudiar e inclusive muy entrado el siglo XX, todavía no podía votar en elecciones políticas. Ocupar cargos públicos de cierta relevancia fue en la práctica prohibido hasta empezar la quinta década del siglo pasado, salvo honrosas excepciones. Igual puestos directivos en las empresas.
Pero dónde más se le ha intentado destruir es en su dignidad, en la conciencia de ser su persona. Degradándola, se provoca una degeneración también en la humanidad en cuanto depende de la mujer como madre. Destruyendo su autoestima y llevándola a situaciones de depravación, directamente se ataca a los seres humanos ya que todos tenemos madre. Por eso la importancia de luchar por su desarrollo integral, el respeto a sus valores y el derecho a crecer en todos los ámbitos de la vida de los pueblos, salvando siempre su identidad femenina. Y no olvidemos que con Dios somos invencibles.
