Es tan crítica la situación en la nación más poderosa del mundo que sus proyecciones hace un semana era que podrían llegar a tener un déficit de decenas de miles de camas de unidad de cuidados intensivos y ventiladores mecánicos. Tristemente esta semana que acaba de terminar la cantidad de muertes diarias fue en aumento, rompiendo récords cada día, y para cuando usted esté leyendo esta publicación fácilmente habrán sobrepasado los 40,000 muertos. Por más conservadores que seamos, son cifras dignas de una novela de terror.
Probablemente, a estas alturas podrán haber llegado a la conclusión de que soy médico. Personalmente, mi prioridad cuando le doy consulta a un paciente y sus familiares es educarlos, aun en el contexto de una emergencia. No se exagera cuando se dice que un médico da la vida por sus pacientes. Todos en mayor o menor magnitud vivimos constantemente agobiados y estresados por lo complejo que es la medicina. Sabemos que con cada palabra que decimos, cada acción y cada decisión que tomamos tenemos la responsabilidad de una vida humana. Que un paciente se complique y, peor aún, muera, incluso sabiendo que no había nada más que podíamos hacer, créanme que nos afecta física, mental y emocionalmente. Siempre nos llevamos nuestro trabajo a la casa, tenemos a nuestros pacientes en nuestra mente las 24 horas del día.
No se nos entrena para la interacción con pacientes y familiares, de la misma manera que no se nos enseña cómo hacer que se valore nuestra labor, por eso suceden tantos atropellos. Retomando el tema de la educación, no podemos esperar que un paciente resuelva su condición aguda y controle su condición crónica si no la entiende. Probablemente al final del día por más que le expliquemos no entenderá muchas cosas, en especial si es parte del enorme porcentaje de nuestros compatriotas que no tienen acceso a una educación de calidad. Jamás lograremos que alguien cumpla con las indicaciones si no entiende la situación actual. Es casi imposible tenerle miedo a lo que no se entiende. Si desconocemos que el animal que tenemos frente a nosotros es venenoso, ¿cómo tenerle miedo?
Al hablar de entender la actual pandemia no hablo de entender los aspectos médico-científicos del virus y la enfermedad, hablo de saber lo grave que puede llegar a estar un paciente por más joven que sea, lo agonizante que es no poder respirar y lo aterrador que ha de ser para el paciente saber que probablemente morirá solo, sufriendo y que nunca jamás volverá a ver a sus seres queridos. Igualmente, si todos y cada uno de nosotros supiera que al enfermarse un ser querido existe la posibilidad de que si se interna en un hospital será la última vez que lo veremos, las cosas serían distintas.
Me aterra ver cómo se está manejando esta situación a nivel mundial, y aún más lo que sucede en mí país. Mi objetivo no es antagonizar, pero sí dejar una crítica constructiva. Si bien es cierto que nuestra economía es prioridad, ni por cerca es la prioridad más grande. La única manera de reactivar la economía y asegurar que en los próximos meses, no años, exista una economía en nuestro país es educarnos todos, desde los gobernantes, líderes, médicos, maestros, padres de familia, todos nuestros compatriotas. No sirve de absolutamente nada intentar reactivar la economía si haciéndolo causamos un contagio masivo. Una última analogía, ¿si usted no sabe absolutamente nada sobre el chaleco antibalas que tiene frente a usted, se lo pondría y permitiría que le hicieran varios disparos de múltiples calibres? Seguramente no, ya que ha visto los estragos que una bala causa al cuerpo humano. Le aseguro que si usted leyera, ni siquiera presenciara, leyera y entendiera lo que el COVID-19 le causa a los pacientes, ni así le dijeran hay un bono por regresar a trabajar, lo haría. Si supiera y estuviera consciente de que no sabe cómo cuidarse y utilizar el equipo de protección personal, aunque se lo faciliten, tampoco regresaría. Buscar reactivar la economía en una población que, a todo nivel, económico, político, social y profesional, desconoce los aspectos claves de esta pandemia, es una sentencia de muerte para decenas, sino es que cientos de miles. Por favor, no jueguen con nuestras vidas. Yo me comprometo ofreciéndome a transmitir mis conocimientos a quienes estén dispuestos a aprender y así cuidarse a sí mismos y a todos quienes le rodean.