Por: Edward Wong/The New York Times
Para el Presidente Donald J. Trump, cualquier momento es bueno para negociar, pero nunca tanto como ahora con China y Rusia.
El 19 de mayo, Trump declaró su deseo de normalizar el comercio con Rusia, aparentemente para aliviar la presión sobre Moscú para resolver su guerra con Ucrania. Además, intenta limitar las consecuencias de su propia guerra comercial global instando al líder de China a que lo llame.
“Todos queremos negociar”, declaró recientemente Trump a la revista Time.
Las acciones de Trump sugieren que podría estar imaginando un mundo en el que cada una de las tres grandes potencias —Estados Unidos, China y Rusia— domine su parte del planeta, de acuerdo con algunos analistas. Sería un retorno al estilo de gobierno imperial del siglo 19.
Trump ha declarado que quiere arrebatarle Groenlandia a Dinamarca, anexar Canadá y restablecer el control estadounidense del Canal de Panamá. Estos intentos por extender el dominio estadounidense en el hemisferio occidental son las señales más claras a la fecha de su deseo de crear una esfera de influencia. Ha criticado a sus aliados y hablado de retirar las tropas estadounidenses de todo el mundo. Esto podría beneficiar a Rusia y China, que buscan reducir la presencia de seguridad estadounidense en Europa y Asia.
Trump suele elogiar a Vladimir Putin, el Presidente ruso, y a Xi Jinping, el líder de China, como hombres fuertes e inteligentes que son sus amigos. Ha estado intentando formalizar el control ruso de parte del territorio ucraniano —y el acceso de EU a los minerales de Ucrania— como parte de un posible acuerdo de paz que los detractores dicen dividiría Ucrania, de forma similar a lo que hicieron las grandes potencias en la era de los imperios.
Trump habló con Putin sobre Ucrania en una reciente llamada telefónica de dos horas. “El tono y el espíritu de la conversación fueron excelentes”, escribió en las redes sociales.
Monica Duffy Toft, profesora de política internacional en la Universidad de Tufts, cerca de Boston, afirmó que los líderes de Estados Unidos, Rusia y China aspiran a “un pasado imaginario más libre y glorioso”.
“Dominar y ampliar esferas de influencia parece restaurar una sensación de grandeza que se desvanece”, escribió en un nuevo ensayo en la revista Foreign Affairs. El término “esferas de influencia” se originó en la Conferencia de Berlín de 1884-5, en la que las potencias europeas adoptaron un plan para repartirse África.
Algunos observadores de Trump, incluyendo funcionarios de su primera Administración, advierten que no se debe considerar que sus acciones son estratégicas. Aunque Trump puede tener actitudes firmes y arraigadas sobre un puñado de temas, en particular la inmigración y el comercio, no tiene una visión de un orden mundial, argumentan.
Sin embargo, hay indicios de que Trump y algunos de sus asesores piensan como lo hacían los emperadores en su momento.
Pero establecer una esfera de influencia en la era postimperial no es fácil. En abril, los canadienses eligieron a un Primer Ministro anti-Trump, Mark Carney, quien parecía destinado a perder las elecciones hasta que Trump habló agresivamente sobre Canadá. Los líderes de Groenlandia, un territorio autónomo de Dinamarca, han rechazado la idea del control estadounidense. Funcionarios chinos amenazan con impedir que una empresa de Hong Kong venda su negocio operando dos puertos en el Canal de Panamá, a inversionistas estadounidenses.
“China no cederá su participación en el hemisferio occidental tan fácilmente”, declaró Yun Sun, una analista en el Stimson Center en Washington.
Aun así, el Trump y sus asesores persisten en sus intentos por ejercer una mayor influencia estadounidense desde el Círculo Polar Ártico hasta la Patagonia sudamericana. Cuando Carney dijo a Trump que Canadá “no está a la venta”, Trump respondió: “Nunca digas nunca”.
Y no es casualidad que los dos viajes más importantes del Secretario de Estado de EU, Marco Rubio, desde que asumió el cargo hayan sido a Latinoamérica y el Caribe. En El Salvador, negoció con Nayib Bukele, el líder autoritario, para que el País encarcelara a los inmigrantes deportados por el Gobierno estadounidense. También presionó a Panamá sobre sus puertos.
En una visita a Surinam, se le preguntó a Rubio si los funcionarios de la Administración habían hablado de establecer esferas de influencia, lo que implicaría negociar límites a la huella de cada superpotencia. Él afirmó que Estados Unidos mantendría sus alianzas militares en Asia, las cuales le permiten establecer bases militares en la región.
“No hablamos de esferas de influencia”, dijo Rubio. “Estados Unidos es una nación del Indopacífico. Tenemos relaciones con Japón, Corea del Sur y Filipinas. Vamos a continuar con esas relaciones”.
Pero Trump ha colmado de elogios a Xi al grado que funcionarios taiwaneses y estadounidenses se preguntan si cederá en materia de apoyo armamentístico estadounidense a Taiwán, lo cual está estipulado por una ley del Congreso. Trump afirma que quiere llegar a un acuerdo con China. Es una incógnita si éste irá más allá de los aranceles para abordar cuestiones como Taiwán y la presencia militar estadounidense en Asia.
“A Beijing le encantaría llegar a un gran acuerdo con EU sobre esferas de influencia”, dijo Sun, y “su principal prioridad será Taiwán”.
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