Por: Matthew Purdy/The New York Times
Mientras Elon Musk se preparaba para realizar una salida poco triunfal de Washington, le dijo el mes pasado a Jesse Watters, conductor de Fox News, que su embestida por la burocracia había hecho “progreso significativo” en la reducción del despilfarro y el fraude. Pero no había forma de ocultar que el hombre cuyos cohetes pueden regresar a la Tierra elegantemente erguidos sobre sus plataformas de lanzamiento, había tenido un aterrizaje casi forzoso.
Su proyectado recorte de 2 millones de millones de dólares al presupuesto federal se había reducido a 165 mil millones. Las acciones de Tesla se desplomaron junto con la riqueza y popularidad personal de Musk. Y nadie lo estaba animando a quedarse.
Musk desvió la entrevista hacia otra obsesión: la inminente erradicación de la vida en la Tierra. “El Sol se está expandiendo gradualmente, así que en algún momento tendremos que ser una civilización multiplanetaria porque la Tierra será incinerada”, dijo.
Durante los últimos 20 años, Musk se ha dedicado a tres monumentales proyectos de ingeniería, todos con la misión de sustentar a la humanidad en el futuro lejano. El objetivo de SpaceX, su compañía de cohetes, es establecer una ciudad en Marte. Tesla está acelerando la transición a la energía sostenible, los vehículos autónomos y los robots humanoides. Neuralink busca integrar inteligencia artificial en el cerebro humano.
“Este tipo es nuestro Einstein”, declaró Jamie Dimon, director ejecutivo de JPMorgan Chase, dos días después de la toma de posesión del Presidente Donald J. Trump.
Eso fue antes de que Musk se forjara una nueva imagen, pavoneándose ante una multitud con una motosierra, declarándola “la motosierra de la burocracia”.
Musk acogió a Trump tras una conversión a la campaña MAGA, motivado por su temor a que la regulación estuviera asfixiando la innovación y su promesa de “destruir el virus de la mentalidad despierta” después de que uno de sus hijos realizó una transición de género.
Pero Musk se distanció del Presidente por los aranceles y el proyecto de ley de presupuesto, y los amigos multimillonarios rompieron formalmente el 28 de mayo. Musk recurrió a X para agradecer al Presidente haberle permitido servir e indicar que se retiraba definitivamente.

La tumultuosa aventura de cuatro meses de Musk desvió su mirada del largo plazo al ámbito del corto plazo por excelencia: la política. El alocado recorrido por los pasillos del poder quizás alimentó su gusto por el drama, la celebridad y el heroísmo adolescente de los cómics y la ciencia ficción.
Pero hay otra corriente que late con fuerza en Musk: una filosofía tecnofuturista que podría explicar cómo el hombre que se ve a sí mismo como Batman en una misión para salvar a la humanidad también podría interpretar al bromista oscuro, el hombre más rico del mundo que proclamó la desaparición de la ayuda a los más pobres del mundo con una broma sobre cómo él y sus tropas del Departamento de Eficiencia Gubernamental habían “pasado el fin de semana metiendo a USAID a la trituradora”.
Esa filosofía surgió del mundo al que Musk ahora regresa de tiempo completo, un mundo de ingenieros, pensadores utilitaristas y multimillonarios tecnológicos, que parecen tener planes para todo —pasado, presente y futuro.
Amenazas existenciales
En el 2022, Musk republicó un enlace a un artículo del 2003 de Nick Bostrom, un filósofo entonces en Oxford, con la frase: “Probablemente el artículo más importante jamás escrito”.
En el artículo, titulado “Desperdicio Astronómico: El Costo de Oportunidad del Desarrollo Tecnológico Retrasado”, Bostrom calculó las vidas potenciales que se perderían al retrasar el desarrollo de la tecnología necesaria para sobrevivir “en la región accesible del universo” durante millones de años. “El potencial de más de 10 mil millones de seres humanos potenciales se pierde por cada segundo de aplazamiento de la colonización de nuestro supercúmulo”, escribió.
Bostrom es parte de un grupo de filósofos y tecnólogos que promueve una corriente de pensamiento denominada “largotermismo”. Se trata de una cosmovisión que coincide con la visión de Musk.
El largotermismo está entrelazado con el movimiento del altruismo eficaz, que se desarrolló a partir de las ideas propuestas por el filósofo Peter Singer a principios de la década de 1970 y argumenta que las personas y las sociedades adineradas tienen la obligación moral de combatir la pobreza. Fomenta un proceso estricto para calcular cómo la filantropía puede lograr el mayor bien para el mayor número de personas. Por ejemplo, los mosquiteros tratados con insecticidas que protegen contra la malaria transmitida por mosquitos en regiones remotas del otro lado del mundo son mucho más “eficaces” para salvar vidas que los donativos a un banco de alimentos local.
Los largotermistas afirmaban que tenemos una obligación moral similar con el bienestar de nuestros hermanos dentro de miles o incluso millones de años. Potencialmente, hay muchas más personas en el futuro que en la actualidad. Por lo tanto, se puede argumentar que asegurar la existencia de la civilización humana futura preparándose para riesgos extinguidores de especies, como un impacto masivo de asteroides o la aniquilación nuclear global, supera abordar la pobreza o el hambre de unos pocos cientos de millones de personas actuales.
Para los largotermistas, las amenazas más apremiantes suelen ser existenciales, y la tecnología es casi siempre la solución.
Gran parte de la tecnología de Musk se centra en lograr que la “conciencia humana” sea multiplanetaria, una misión urgente que, él dice, se ve frustrada por las normas y los reguladores. Llama a la colonización de Marte “un seguro de vida colectivo”.
“Por primera vez en los 4 mil 500 millones de años de historia de la Tierra, es posible extender la conciencia más allá de nuestro planeta”, declaró en el podcast de Joe Rogan en febrero.
“Tenemos que verlo como una carrera contrarreloj”, añadió. “¿Podemos lograr que Marte sea autosuficiente antes de que la civilización se encuentre en una futura bifurcación en el camino donde se produzca una guerra nuclear, nos alcance un meteorito o simplemente la civilización desaparezca con un gemido?”.
Musk dio su primer paso a Marte en el 2001, cuando donó 5 mil dólares a la Mars Society, fundada por Robert Zubrin, un ingeniero aeroespacial y autor del libro “Alegato a Marte”. El año siguiente, Musk fundó SpaceX.
Musk, quien no respondió a solicitudes de comentarios, no se identifica explícitamente con ningún movimiento definido por otra persona.
Pero es innegable la frecuencia con la que Musk advierte sobre amenazas existenciales, generalmente a las que se llega mediante una “bifurcación en el camino”.
En el 2023, afirmó que el que la inteligencia artificial se volviera “mucho más inteligente que el ser humano más inteligente”, era “uno de los riesgos existenciales que enfrentamos, y potencialmente el más apremiante”.
En el 2022, publicó que “el colapso poblacional debido a las bajas tasas de natalidad es un riesgo mucho mayor para la civilización que el calentamiento global”.
‘Empatía suicida’
El largotermismo de Musk parecer poseer una tautología: si lucha contra una amenaza, esta es, por definición, existencial.
“Musk es un héroe en el sentido homérico, tanto en su mente como en sus acciones”, dijo Zubrin, de la Mars Society. “Es alguien que se esfuerza por realizar grandes hazañas para alcanzar la gloria eterna. Ya ha hecho algunas. Al igual que en Homero, este tipo de motivación también tiene un lado patológico”.
Para Musk, contrarrestar los riesgos existenciales le da amplias libertades. Procrear 13 hijos con varias mujeres es como Musk combate la caída en las tasas de natalidad.
En una batalla legal entre Musk y los accionistas de Tesla sobre su paquete de compensación proyectado de 55.8 mil millones de dólares, surgió un correo electrónico que escribió a un abogado de la compañía en el 2017, explicando que: “La compensación adicional es sólo para poder destinar lo máximo posible a minimizar el riesgo existencial al destinar el dinero a Marte”.
Desde esa perspectiva, tiene sentido que Musk metiera decenas de miles de millones de dólares en programas gubernamentales para los pobres del mundo en la “trituradora”, mientras que, dos meses después, 5.9 mil millones de dólares en contratos gubernamentales fueron a la empresa espacial de Musk.
Los detractores del largotermismo afirman que atrae a los magnates tecnológicos adinerados precisamente porque añade un toque de moralidad a sus proyectos de amos del universo. También afirman que el objetivo final de los magnates es una civilización utópica de humanos, biológicos y robóticos, todos mejorados mediante IA.
Max Tegmark, físico del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) e investigador de IA, dijo que Musk se distingue entre los líderes empresariales por su dedicación no sólo a pensar a largo plazo, sino también a actuar en consecuencia. “Gana dinero ahora y lo gasta en un futuro mejor a largo plazo”, afirmó Tegmark.
Independientemente de si se alcanza su objetivo final, su ambición genera avances para el presente —cohetes reutilizables, autos eléctricos, un servicio de internet por satélite y un vínculo humano-computadora que ayuda a personas con daños neurológicos.
Tegmark preside el Future of Life Institute, dedicado a la seguridad de la tecnología, la bioingeniería y las armas nucleares. Musk, asesor del grupo, donó unos 10 millones de dólares al instituto, que utilizó parte del dinero para financiar un centro en Oxford, ahora cerrado, fundado por Bostrom y llamado Future of Humanity Institute.
Sin embargo, los largotermistas comprometidos no están convencidos de que Musk tenga razón. “El largotermismo no consiste en ignorar el sufrimiento presente en favor de futuros especulativos”, escribió William MacAskill, filósofo y autor de “Lo que le Debemos al Futuro”, en un correo electrónico, añadiendo que la mejor manera de salvaguardar el futuro es “manteniendo la cooperación internacional necesaria para abordar los riesgos globales —no desmantelando las mismas instituciones que hacen posible esa cooperación”.
Singer, cuyo ensayo de 1972 “Hambruna, Opulencia y Moralidad” fue el impulso inicial del movimiento del altruismo efectivo, se muestra igualmente escéptico. “Si eres altruista, habrías prestado más atención al impacto que está teniendo en cientos de millones de personas el recorte o la congelación de USAID, además de las muchas otras cosas que también están sucediendo”, dijo.
El mes pasado, SpaceX lanzó otro vuelo de prueba de su nave gigante Starship. La nave perdió el control y terminó en escombros en el Océano Índico. Pero Musk afirma que aún planea ir a Marte el próximo año.
Incluso Zubrin, presidente de la Mars Society, considera que el plan de colonización de Marte de Musk es una locura. Quiere que EU vaya a Marte por el reto y por la ciencia. Y le preocupa que la incursión política de corto plazo de Musk haya perjudicado el objetivo a largo plazo, ya que la misión a Marte podría ahora ser vista como un proyecto de Musk y volverse propensa a zozobra política.
En febrero, Musk deleitó a Rogan, el conductor de un podcast, con historias sobre el despilfarro del presupuesto federal. Al igual que la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la atención y la alimentación de los migrantes fueron un objetivo particular. Es factible que una auditoría encontrara despilfarro, pero Musk llegó a una conclusión más ominosa y predecible: había hallado una nueva amenaza existencial.
“Tenemos una empatía suicida”, dijo. “La debilidad fundamental de la civilización occidental es la empatía. La explotación de la empatía. Están explotando una falla en la civilización occidental, que es la respuesta empática. Y creo que la empatía es buena, pero hay que pensarla y no simplemente estar programado como un robot”.
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