Por: Martin Fackler/The New York Times
KORIYAMA, Japón — Ella cursaba secundaria cuando tres reactores sufrieron fusión de núcleo en la central de energía nuclear Fukushima Daiichi, a unos 64 kilómetros de su casa, en marzo del 2011. Como vivía fuera de la zona de evacuación, continuó con su vida normal, yendo en bicicleta a la escuela.
Cuatro años después, un examen detectó un tumor maligno en su tiroides, una glándula del cuello vulnerable a las partículas radiactivas. Pero cuando recibió el diagnóstico, un médico le dijo que el crecimiento no estaba relacionado con el desastre. Se preguntó cómo podía el médico determinar eso sin realizar más pruebas. (La mujer, ahora de veintitantos años, pidió no revelar su nombre debido a la presión social para que no hablara).
Su pregunta sigue sin respuesta definitiva 14 años después de que un terremoto y un tsunami incapacitaran los sistemas de refrigeración de la central, provocando explosiones en el edificio del reactor que inundaron la región con partículas radiactivas. Hace unas semanas, el comité de evaluación de la prefectura de Fukushima reiteró su conclusión de que la fusión de núcleo no ha causado efectos a largo plazo en la salud. Muchos expertos, incluyendo los de organismos internacionales, han llegado a conclusiones similares. Pero existe escepticismo.
La mujer de Fukushima se ha unido a otras seis personas con cáncer en una demanda contra la operadora de la planta, Tokyo Electric Power Company, que afirma que no existe un vínculo comprobado entre los cánceres y las partículas liberadas por el desastre.
Gran parte de la disputa se ha centrado en el programa de detección, el único esfuerzo sistemático a gran escala para detectar un efecto importante en la salud. Halló índices de cáncer mucho más altos de lo previsto, pero su significado ha sido cuestionado. Expertos de ambas partes coinciden en que la cuestión de si los cánceres están relacionados con el accidente podría resolverse realizando una prueba de detección a gran escala similar en otro lugar para comparar, pero las autoridades se han negado a hacerlo.
El programa de Fukushima ha realizado varias rondas de controles en personas que eran niños en el momento del accidente. Cifras publicadas el mes pasado arrojaron que se han detectado 357 casos de cáncer de tiroides en unas 300 mil personas, aunque uno de ellos se declaró posteriormente benigno. Con 47 casos adicionales diagnosticados por separado, se ha detectado un total de 403 personas que han desarrollado cáncer de tiroides. Esto es unas 25 veces más de lo previsto.
Aunque los expertos que dirigen el programa coinciden en que estas cifras fueron sorprendentemente altas, afirman que esto no refleja un aumento repentino de cánceres, sino más bien el descubrimiento, con equipos de ultrasonido modernos, de casos que ya habrían existido.
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