Por: Vivian Wang/The New York Times
BEIJING — Cuando Tina Liu fue contratada para impartir literatura en una escuela primaria pública en el sur de China, su contrato incluía las advertencias habituales sobre ausentismo y desempeño laboral.
Luego apareció otra advertencia: viajar al extranjero sin permiso podría resultar en su despido.
La norma fue reforzada en un chat grupal del personal. “De acuerdo con las regulaciones de los altos mandos, los docentes deben fortalecer su conciencia disciplinaria”, decía un mensaje. “Actualmente no permitiremos vacaciones en el extranjero”.
En toda China, advertencias similares se están extendiendo a medida que las autoridades refuerzan el control sobre los contactos de los empleados gubernamentales con extranjeros. A algunos maestros, médicos e incluso contratistas gubernamentales y empleados de empresas paraestatales se les ha ordenado que entreguen sus pasaportes.
En muchas ciudades, los viajes al extranjero de los funcionarios públicos requieren autorización. Se han prohibido los viajes de negocios al extranjero para “investigación, intercambio y estudio ordinarios”. Y en la mayoría de las provincias, quienes han estudiado en el extranjero están descalificados para ciertos cargos públicos.
Atrapados
Los funcionarios citan diversas razones, como proteger la seguridad nacional, luchar contra la corrupción y reducir gastos. Pero el alcance de las restricciones se ha expandido rápidamente, afectando a empleados que afirman no tener acceso a información confidencial ni a fondos estatales. The New York Times habló con siete empleados públicos, entre ellos un profesor de música escolar y una enfermera, quienes confirmaron las restricciones.
Las normas forman parte de un esfuerzo de las autoridades centrales por imponer una mayor disciplina política y lealtad ideológica a los funcionarios públicos.
El Gobierno chino tiene mucho tiempo de estar atento a la amenaza del espionaje y de lo que considera fuerzas extranjeras hostiles que buscan sembrar el descontento. El resultado es que al tiempo que Beijing se anuncia como ansioso por atraer empresas y turistas extranjeros, impide que muchos de sus ciudadanos salgan.
“Por un lado, quieres que extranjeros vengan a China. Promocionas la cultura china y esperas que impulsen la economía”, dijo Liu, quien es veinteañera. “Pero por otro lado, ¿por qué nos tienen atrapados aquí?”.
Desde el 2003, los funcionarios de alto rango o quienes manejan secretos de Estado deben informar con anticipación sobre sus viajes al extranjero. Sin embargo, bajo el liderazgo de Xi Jinping, los controles se han extendido a los trabajadores de menor rango.
Una maestra de música en la provincia de Hebei comentó que había solicitado ir a Malasia este año. Su director rechazó la solicitud, dijo la profesora, quien solo dio su apellido, Wang, por temor a represalias.
Una enfermera de un hospital de Zhejiang afirmó que necesitaría cuatro autorizaciones para viajar al extranjero. La enfermera, que pidió ser identificada sólo por su apellido, Zhu, por temor a represalias, afirmó que las restricciones parecían indicar el temor de que los trabajadores pudieran huir con información confidencial.
“Si hay algún secreto, ¿lo sabríamos personas como nosotros?”, preguntó.
“La sociedad china, en general, se ha vuelto más sensible a los países extranjeros”, afirmó Dongshu Liu, profesor en la Universidad de la Ciudad de Hong Kong que estudia la función pública.
©The New York Times Company 2025