El apocalipsis zombie para escapar a una realidad alternativa

Una mujer encuentra consuelo en el apocalipsis zombi de The Last of Us, porque a veces la ficción aterradora es más llevadera que la realidad.

  • 03 de junio de 2025 a las 00:00 -
The New York Times

Por: Rachel Feintzeig/The New York Times

Mi marido duerme plácidamente a mi lado. Al final del pasillo, los niños también dormitan —nada de dolores de estómago ni pesadillas esta noche. Pero yo no puedo dormir. Estoy mirando al techo, con la cabeza llena de zombis chillones y ciudades destruidas.

“The Last of Us”, la serie de HBO basada en un videojuego, sobre un hongo que convierte a la gente en zombis, regresó con su segunda temporada en abril; el final de temporada fue el 25 de mayo. Cada episodio me dejó durmiendo mal y angustiada estando despierta, temiendo el domingo siguiente cuando tendría que sentarme frente al televisor y hacerlo todo de nuevo. Pasé los 57 insoportables minutos del segundo episodio de la segunda temporada agarrándome, alternativamente, de mi marido y el cojín gigante que normalmente forma el respaldo de nuestro sofá, gritando de vez en cuando variaciones de “Dios mío”, “No” y “Agggggr”.

Sé que en los dos años transcurridos desde que sobreviví a la primera temporada, debe haber habido muchos meses en que viví una vida normal, sin pensar en zombis y mucho menos en el potencial apocalíptico de los hongos. Tras el inicio de la segunda temporada, no entendía cómo funcionaba eso.

“¿Por qué no dejas de verla?”, preguntarás. Lo mismo hacen mis amigos, mi familia y la mesera que tuvo la mala suerte de explicarme un plato de hongos hace poco. Es una gran pregunta, una que me hago a diario. ¿Por qué yo, una mujer de 40 años, estoy tan obsesionada con una serie que claramente me está torturando?

He llegado a la desafortunada conclusión de que la tortura podría ser el punto.

No hay mejor distracción de lo que te aflige que, bueno, algo peor. Me vendría bien un poco de distracción estos días.

Cuando pienso en el apocalipsis zombi, no pienso en las cosas posiblemente apocalípticas que realmente están ocurriendo en el 2025. Mi cerebro no puede hacer ambas cosas a la vez. Así que, aunque mis respetos por todos los que se esfuerzan por cambiar nuestro mundo real, supongo que elijo a los zombis.

Los vemos —o a alguna otra criatura terrible y ficticia— y nos vemos sumergidos en otro mundo. Nos recordamos que no es real, pero también pensamos: ¿Y si lo fuera? ¿Podríamos afrontarlo? ¿Y cómo? A menudo, llegamos a un punto en el que creemos que sí.

Conocí este enfoque por primera vez hace años, cuando sufrí un aborto espontáneo. Fue la primera cosa realmente mala que me pasó en mi vida, y me sentía destrozada, desolada. Algunas personas recurren a las comedias románticas de su juventud en momentos así. Mi terapeuta me recomendó películas de terror.

¿Películas de terror? No me gustaban la sangre ni las vísceras. No me gustaban los momentos de suspenso. Mi terapeuta juraba que el espeluznante impacto del género ayudaba a muchos de sus pacientes a salir de sus circunstancias, de su dolor, al menos durante una o dos horas.

No me atreví a hacerlo hasta que acabé en el hospital con otro embarazo fallido. Mi marido y yo pusimos “Huye” en mi laptop, apoyándolo en la cama del hospital. Recuerdo haberme sentido, extrañamente, un poco más ligera mientras la veíamos, liberada de mis preguntas, preocupaciones y angustia, concentrada en el pésimo día de otra persona. (Que la familia de tu novia intente cambiarte el cerebro —siempre podría ser peor).

Los jugadores de videojuegos y los aficionados al gore en general manejan este tipo de contenido sin problemas, pero yo sigo siendo débil. Con “The Last of Us” me falta una red de apoyo adecuada. Hace poco intenté desviar la conversación en mi chat grupal de 16 personas de “Mamás del Barrio” hacia la serie de zombis.

La respuesta fue silencio en gran medida, salvo por una amiga que me preguntó si “The Last of Us” era la película por la que Blake Lively entabló una demanda. (Esa es la cinta “It Ends With Us”, basada en una novela romántica. Algo muy diferente).

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Mi marido tampoco ha sido de mucha ayuda. Ha visto la serie impasible mientras comía botanas.

Después de años buscando sus cumplidos, empecé a buscar consuelo.

“Una pandemia de hongos zombi no podría ocurrir, ¿verdad?”, le pregunté a él, que estudió una licenciatura en biología en la universidad, antes de acostarme una noche.

“En teoría”, dijo con naturalidad, apagando la luz.

Me preparé para otra noche mirando el techo.

Ahora que la temporada ha terminado, siento alivio, como si me hubiera perdonado la vida un hongo zombi gigante.

Pero admito que también hay un dejo de tristeza. El mundo real seguramente seguirá siendo implacable. ¿A qué aterradora realidad alternativa escaparé ahora?

Lo único peor que sufrir un apocalipsis de fantasía es tener que encontrar uno nuevo.

Rachel Feintzeig es una periodista de Connecticut que trabaja en un libro sobre afrontar los 40 años. Envíe sus comentarios a intelligence@nytimes.com.

©The New York Times Company 2025

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Staff NYTimes
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