Un juez federal ha dictaminado que el programa de espionaje telefónico de la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU. (NSA) podría vulnerar la cuarta enmienda de la Constitución estadounidense por lo que una demanda que fue presentada a este respecto puede proseguir.
El juez de distrito Richard Leon dio la razón en un dictamen preliminar a dos demandantes que argumentan que el programa de recolección de registros telefónicos revelado por el exanalista externo de la NSA Edward Snowden es inconstitucional.
El dictamen, el primero de estas características, permite a los activistas conservadores Larry Klayman y Charles Strange seguir desafiando a la NSA por pesquisas y controles injustificados, algo que prohíbe la cuarta enmienda.
Además, el juez considera que el Departamento de Justicia no ha demostrado adecuadamente el argumento de que el control de millones de 'metadatos' telefónicos (número de teléfono, hora de llamada y lugar) en Estados Unidos ha ayudado a detener ataques terroristas.
'No puedo imaginar invasión más indiscriminada y arbitraria que esta recolección sistemática de alta tecnología y la retención de datos personales de virtualmente todos los ciudadanos con el propósito de almacenar y analizar sin aprobación judicial', escribe Leon en su dictamen de 68 páginas.
El Gobierno estadounidense argumentaba que una sentencia del Tribunal Supremo de 1979 permite recopilar 'metadatos' telefónicos, pero el juez consideró que ese precedente no puede ser aplicable a un programa de vigilancia mucho más sofisticado y extenso.
El juez considera que con la llegada de los teléfonos móviles el Gobierno tiene ahora la capacidad de acaparar información mucho más compleja sobre la vida privada de los ciudadanos.
Este es el primer gran revés judicial a los programas de la NSA revelados desde junio por Snowden.
En concreto, en este caso, se examinó solo uno de los programas revelados por Snowden, el que permite a la NSA recolectar metadatos telefónicos de estadounidenses, el punto más vulnerable para la agencia de inteligencia, ya que su mandato es solo espiar en el extranjero.
Snowden dejó en evidencia el poder del 'Gran Hermano'
A punto de cumplir 30 años, Edward Snowden, un analista externo de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), provocó un terremoto en el Gobierno estadounidense al revelar detalles de una poderosa red de espionaje electrónico de Estados Unidos que ha puesto a prueba las relaciones diplomáticas internacionales.
Desde comienzos de año hasta poco antes de las revelaciones de Snowden en junio, el Pentágono y la Casa Blanca tenían una agenda clara: denunciar los intentos patrocinados por el Ejército chino de espionaje industrial y subrayar la necesidad de reforzar la ciberdefensa.
Edward Snowden, un técnico de sistemas de la empresa privada Booz Allen Hamilton, subcontratada por la NSA, echó por tierra esos argumentos al filtrar a los diarios The Guardian, The Washington Post o Der Spiegel detalles de dos programas secretos de espionaje de Estados Unidos que sorprendieron por su alcance a empresas de internet, socios de Estados Unidos y hasta al Capitolio.
El propio presidente Barack Obama ha confesado que desconocía el alcance real del poder de infiltración de la NSA, que con el mandato de combatir el terrorismo y reforzar la seguridad nacional había tejido después de los atentados del 11S (2001) una red que le permite vigilar desde el email de un sospechoso de terrorismo hasta el teléfono móvil de la canciller alemana, Angela Merkel.
Desde el comienzo, cuando Snowden escapó en el último minuto de la Justicia estadounidense desde su escondite en Hong Kong para acabar en el aeropuerto de Moscú, esta historia del espía más cercano a la imagen de un inocente amante del 'manga' que a la de un James Bond se tornó en un escándalo diplomático de dimensión global.
Rusia acabó dando dio asilo a Snowden, lo que desató el enfado de Washington.
Antes, Ecuador y Venezuela ofrecieron ayuda al exanalista y el espectáculo mediático contó con episodios rocambolescos como cuando el avión del presidente boliviano, Evo Morales, fue obligado a tomar tierra en Austria para comprobar que no había dado asiento en su avión presidencial al fugitivo.
De manera subrepticia y con el beneplácito de un opaco tribunal, la NSA, la mayor agencia de inteligencia del mundo, tiene la capacidad de obtener registros telefónicos en Estados Unidos o espiar comunicaciones de extranjeros, e incluso seguir la pista a una persona gracias a las señales de su teléfono móvil.
La capacidad de la NSA, que se creía de ciencia ficción, permite acceder a información de gigantes de internet o controlar los mismos cables submarinos que distribuyen el tráfico de la red por todo el globo.
Pese a que ha apoyado el papel de la NSA en la lucha contra el terrorismo, el Senado de EE.UU. ha intentado conocer durante numerosas vistas con el director de la NSA, general Keith Alexander, y el director nacional de Inteligencia (DNI), James Clapper, los detalles de programas que no controlaban en su totalidad.
La principal preocupación a nivel nacional en Estados Unidos ha sido asegurarse de que no se viola el derecho a la privacidad y que las investigaciones no exceden los límites de la Constitución, algo que, según la NSA, solo sucedió en pocos casos y por error.
De cara al exterior, Snowden reveló las relaciones entre agencias de inteligencia extranjeras de países aliados con la NSA y los programas de alto secreto para espiar no solo a países enemistados con Washington, sino a otros con buenas relaciones como México, Brasil, Alemania o Francia.
Estas revelaciones, reconocidas a medias o en voz baja por la Casa Blanca, han complicado el delicado equilibrio diplomático internacional, mientras que algunos gobiernos han intentado mostrar sorpresa e indignación ante su opinión pública por una injerencia extranjera que deja al descubierto la propia incapacidad de frenar o igualarse al espionaje estadounidense.
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, tildó las acciones de la NSA como 'un quebrantamiento de la ley internacional', mientras que Merkel recordó que las revelaciones, que llegaron a vulnerar su privacidad, son 'graves' y ponen a prueba las relaciones transatlánticas.
Las filtraciones de Snowden llegaron a poner en peligro la marcha de las negociaciones del ambicioso Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea y han afectado a las relaciones de confianza a ambas orillas del Atlántico.
Las grandes tecnológicas estadounidenses tampoco han permanecido calladas, sobre todo viendo que la confianza de sus usuarios y clientes en todo el mundo podría verse afectada por las filtraciones.
Las ocho mayores empresas de Silicon Valley (Apple, Google, Microsoft, Facebook, Yahoo, Twitter, Aol y Linkedin) han pedido una reforma que 'asegure que los esfuerzos de vigilancia del Gobierno están restringidos por la ley, sean proporcionales al riesgo, transparentes y sujetos a supervisión independiente'.
Más de medio millar de intelectuales y escritores de 81 países, entre ellos cinco premios nobel, también han pedido a Naciones Unidas que tome cartas en el asunto para garantizar el respeto de los derechos civiles en la era de internet.
'Una persona bajo vigilancia ya no es libre; una sociedad bajo vigilancia ya no es una democracia. Para mantener cualquier validez, nuestros derechos democráticos deben aplicarse en un espacio virtual y real', recordaron.
La administración de Obama ha prometido una revisión de los protocolos para 'equilibrar privacidad y seguridad' y pese a que 'todos los países hacen la misma recopilación de inteligencia, aunque con menor éxito'.