Ciudad de Guatemala.
El arresto del jefe penitenciario guatemalteco Edgar Camargo desnudó la infiltración del crimen organizado en ese país, donde se cobraba 100,000 dólares o más por el traslado de reos dentro de las prisiones, aseguró ayer la Comisión Internacional contra la Impunidad en el país (Cicig).
Camargo era miembro de una poderosa red que lavaba dinero desde prisión, liderada por su excompañero de estudios militares Byron Lima, preso por el asesinato del obispo Juan Gerardi.
El escándalo estalló el pasado miércoles con la detención del director del Sistema Penitenciario bajo cargos de asociación ilícita, cohecho pasivo y conspiración para lavado de dinero; pero el poder que ejercía Lima desde la cárcel Pavoncito -periferia este de la capital- era un secreto a voces.
“Se planificaban, ordenaban y ejecutaban grandes crímenes contra el Estado desde prisión. Es un logro desarticular esta estructura clandestina dentro del Estado, un caso emblemático al tocar esta banda criminal”, dijo la directora ejecutiva del movimiento Pro Justicia, Carmen Ibarra.
Lujos en prisión
Lima, el líder de la red de traficantes, cobraba hasta 100,000 dólares para ordenar el traslado de reos en distintas cárceles del país, según la investigación de la Fiscalía y de la Cicig.
Tenía poder -además- para conceder privilegios a reos que pagaran por ello, autorizaba visitas conyugales, el ingreso de teléfonos de última generación y controlaba la seguridad de la prisión. La investigación reveló que -desde prisión- Lima compró casas en sectores elegantes de la capital y en distintas playas, automóviles y motocicletas de marcas exclusivas como BMW, Jaguar o Porsche, según la Cicig. En la prisión recibía incluso diversas “personalidades y actores públicos, los que revelaba a través de su Facebook”, afirmó el jefe de la Cicig, el exmagistrado colombiano Iván Velásquez. El desmantelamiento de esa estructura es un golpe de la Cicig, una entidad de Naciones Unidas que desde 2007 busca erradicar a grupos que corrompen a políticos, militares, policías, para cometer delitos graves y expandir el crimen organizado.