El papa Francisco propuso hoy una Iglesia “no aséptica” sino apegada a la realidad y a sus problemas, en la misa de inauguración del Sínodo de Obispos, la reunión de la jerarquía eclesial que debate temas de calado.
“Dios no habita en lugares asépticos y tranquilos, lejos de la realidad, sino que camina a nuestro lado y nos alcanza allí donde estemos, en las rutas a veces ásperas de la vida”, recordó el pontífice ante el clero reunido en la basílica de San Pedro.
Francisco preguntó a los participantes del Sínodo, obispos, curas, religiosos y religiosas, hombres y mujeres laicos, si creen que la comunidad cristiana encarna ese “estilo” que se preocupa por los desvelos de la sociedad.
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“¿Encarnamos el estilo de Dios, que camina en la historia y comparte las vicisitudes de la humanidad? ¿Estamos dispuestos a la aventura del camino o, temerosos ante lo incierto, preferimos refugiarnos en las excusas del ‘no hace falta’ y del ‘siempre se ha hecho así’?”, cuestionó.
En este sentido Francisco recordó que todo encuentro “implica apertura, valentía y disponibilidad” y criticó que a menudo el clero prefiera “refugiarse en relaciones formales o usar máscaras de circunstancia”.
“En la Iglesia, ¿cómo estamos con la escucha? ¿Cómo va el oído de nuestro corazón? ¿Permitimos a las personas que se expresen, que caminen en la fe aun cuando tengan recorridos de vida difíciles, que contribuyan a la vida de la comunidad sin que se les pongan trabas, sin que sean rechazadas o juzgadas?”, planteó.
Por eso el pontífice argentino abogó por una Iglesia que atiende y escucha los desafíos del mundo moderno.
“El Espíritu nos pide que nos pongamos a la escucha de las preguntas, de los afanes, de las esperanzas de cada Iglesia, de cada pueblo y nación. Y también a la escucha del mundo, de los desafíos y los cambios que nos pone delante. No insonoricemos el corazón, no nos blindemos dentro de nuestras certezas”, instó.
El XVI Sínodo de los Obispos tiene por tema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión” y tras la reorganización aprobada por el papa el pasado mayo consistirá en un proceso de casi tres años para dar voz a las diócesis y fieles.
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Tras esta apertura, se pasará a una fase de consulta de los fieles hasta abril de 2022, enviando un cuestionario a cada diócesis, mientras que en septiembre de ese año y hasta marzo de 2023 se planteará las mismas cuestiones a nivel continental.
La Asamblea General del Sínodo se reunirá en octubre de 2023 en el Vaticano para estudiar y debatir toda la información recabada e integrada en el conocido como “Instrumentum Laboris”, un documento de trabajo. Así, el papa pidió que el Sínodo no sea “una convención eclesial, una conferencia de estudios o un congreso político sino un acontecimiento de gracia, un proceso de sanación guiado por el Espíritu Santo”.
En el documento preparatorio del Sínodo, presentado el pasado mes, se indica que la Iglesia católica debe afrontar problemas como su falta de fe interna, la corrupción y, sobre todo, “el sufrimiento que experimentan los menores y personas vulnerables por los abusos sexuales” cometidos por el clero.