Nueva York, Estados Unidos
Frederick Trump, el abuelo del presidente electo estadounidense, Donald Trump, luchó sin éxito a principios del siglo pasado por recuperar la nacionalidad alemana y quedarse en Alemania después de haber emigrado a Estados Unidos en 1885, según revelan documentos de la época que publica el diario Bild.
En una visita en 1901 a su pueblo natal, Kallstadt, -entonces perteneciente al reino de Baviera y hoy en el estado federado de Renania-Palatinado-, Trump (1869-1918) se había enamorado de una vecina, Elisabeth, con quien se casó un año más tarde y con la que regresó a Nueva York.
Pero la joven sentía añoranza y deseaba volver a Alemania, y Trump, que amasaba una gran fortuna, se esforzó por instalarse permanentemente en su antigua patria, deseo que le fue negado por razones burocráticas y por no haber hecho el servicio militar.
En un escrito oficial del 27 de febrero de 1905, las autoridades del distrito de Dürkheim instan a la administración local a “comunicar al ciudadano estadounidense Friedrich Trump, que se encuentra actualmente en Kallstadt, que debe abandonar territorio bávaro a más tardar el 1 de mayo del año en curso y que en caso contrario deberá atenerse a su expulsión”.
El historiador local y antiguo director del Instituto de Historia y Etnología del Palatinado, Roland Paul, que recuperó el documento de un archivo regional, explicó al Bild que “Friedrich Trump emigró en 1885 de Alemania a EUA, pero sin haberse dado de baja en su lugar de origen y antes de haber cumplido con el servicio militar”.
| El abuelo inmigrante de Trump fue deportado de Alemania.
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“Por eso las autoridades rechazaron en 1905 que le fuera restituida la nacionalidad”, señaló.
Trump, quien hizo fortuna en Estados Unidos con la fiebre del oro regentando un restaurante y después supuestamente un burdel, según el relato de varios medios alemanes, hizo lo imposible tras recibir la notificación por conseguir un permiso de residencia.
El 6 de junio de 1905 escribió una carta que el Bild califica de servil al “bienamado, noble, sabio y justo soberano”, además de “sublime gobernante”, príncipe regente Leopoldo de Baviera.
No obstante, el monarca se mostró firme y rechazó la “más sumisa de las peticiones”. Como muchos otros alemanes en esa época -más de 100,000 al año-, el futuro fundador de la dinastía Trump había abandonado Alemania en 1885 con 16 años en busca de una vida mejor en Estados Unidos; sobre la mesa de la cocina de su familia dejó una carta de despedida.
El 1 de julio de 1905, tras no conseguir el permiso de residencia, los Trump se despedían definitivamente de Alemania: en Hamburgo embarcaron en el Pennsylvania, un barco de vapor, rumbo a Nueva York. Elisabeth estaba embarazada y tres meses más tarde daba a luz en Queens al padre del presidente electo estadounidense, Donald Trump.
Los Heinz son favoritos. El pequeño pueblo de Kallstadt aún no termina de acostumbrarse a la popularidad generada durante los últimos años.
Muchos vecinos confiaban en que el magnate no se alzara con la victoria en las elecciones estadounidenses, primero porque el pueblo se llenaría de curiosos. Y segundo porque, como reconoció su alcalde, el pueblo no tiene gran empatía por la familia Trump. “Aquí son mucho más queridos los Heinz que los Trump”, aseguró la productora Simone Wendel al diario español, El País. Wendel, directora del documental Kings of Kallstadt. La mujer afirma que la famlia Heinz, mundialmente famosa por el ketchup, también procede de este pequeño pueblo vinícola.
En la popularidad de los Heinz influyen los 40,000 dólares que la familia donó para reparar el órgano de la iglesia. En el pueblo nadie podía recordar un gesto parecido por parte de Donald Trump.
En un artículo publicado en el diario regional Pfälzer Heimat, el historiador Paul interpreta como una ironía del destino las posiciones de Trump frente a la inmigración. “Parece haber olvidado que su abuelo fue un inmigrante que dejó su país de forma ilegal”, subrayó.
EFE y El País.