18/04/2024
01:53 AM

La cárcel de migrantes en la frontera sur de México

Adentro de este complejo federal, los migrantes viven un calvario y desde enero de 2019 la situación al interior ha devenido en un infierno.

Tapachula, Méxcio

Son las cinco de la mañana y oficiales pasan por los pasillos de un sitio oscuro a despertar a todos. Es la hora de bañarse con agua fría, sin importar que alguien tenga frío, tos, gripe o, peor aún, algún cuadro de infección respiratoria.

Luego viene la comida, en raciones pequeñas para todos, insípida, a base de huevos fríos y frijoles, en algunas ocasiones verdura y unas cuantas tortillas, que a regañadientes hay que probarla para que el estómago no quede vacío porque solo es una ración al día, después todos se las tienen que ingeniar consumiendo un refresco de cola o comida chatarra, pero deben comprarlo con sus centavos en el tendajón que hay al interior.

No, no es un cártel de alta seguridad en una isla lejana a la civilización, se trata de la Estación Migratoria Siglo XXI de Tapachula, una de las más “sofisticadas” y grandes de toda América Latina.

Adentro de este complejo federal, los migrantes viven un calvario y desde enero de 2019 la situación al interior ha devenido en un infierno.

Está sobre poblada con la llegada de cientos de africanos, haitianos, cubanos, pakistaníes y centroamericanos que han ingresado a México por la puerta del sur en caravanas.

La Coparmex en la Costa de Chiapas dice tener registros de hasta mil 800 extranjeros adentro, pero a la Estación Siglo XXI apenas le caben 800.

Foto: La Prensa

La reciente redada de INM y la Policía Federal acabó con el camino de la caravana de más de dos mil centroamericanos.
Viven apilados

Los que han tenido suerte consiguieron una plancha de concreto para “dormir”, todas construidas hacia arriba. Si a quien le tocó en la losa de hasta arriba cae, podría incluso morir.

Los menos afortunados andan a tientas bailando cartones para poder descansar un rato, en lo que llega la hora en que los despiertan para poder bañarse.

“A nosotros no dejan al último, para poder usar los baños para defecar primero tienen que pasar los cubanos o centroamericanos, nos discriminan, nos dicen ‘tú no, primero ellos ( los cubanos)’ y nos impiden el paso, ocurre lo mismo con la comida, con los espacios para dormir “, relata un ciudadano de El Congo que ha conseguido salir con un salvoconducto de ese lugar.

Las embarazadas son otro problema grave al interior. No tienen la atención médica adecuada, la única ración de comida no les es suficiente y cuando claman por más, los elementos de Migración les dicen que tiene que acudir con el médico de guardia para que les extienda un papel donde especifique el número de comidas que tienen que hacer al día, pero el empleado de Salud tiene la instrucción de no expedir nada.

La reciente redada de INM y la Policía Federal acabó con el camino de la caravana de más de dos mil centroamericanos que avanzaba hacia los límites con Oaxaca. Fueron asegurados y enviados en camiones a la estación Migratoria.

Ahora les espera lo mismo. Hombres son separados de mujeres y niños, solo tiene la oportunidad de juntarse una vez al día en un extenso patio adentro.

Mientras afuera, las autoridades presumen la entrega de permisos para cientos, miles. Se engalanan con discursos afirmando que la atención a la comunidad migrante se está dando de manera humanitaria, en tiempo y forma, como marcan los cánones internacionales, pero adentro de este complejo, hay historias de pena, sufrimiento y muerte. Un infierno que quema a fuego lento a los que tuvieron que huir de otra pesadilla.