Dejaron en su país a sus amigos y familiares en una de las temporadas más importantes del año con un fin: hacer una labor social con ancianos, niños y jóvenes de San Pedro Sula.
Se trata de 29 jóvenes de la Universidad de Tulane de Nueva Orleans que llegaron el pasado 29 de diciembre para despedir 2010 desarrollando una loable labor en pro de los más necesitados de la Ciudad de los Zorzales y aldeas de la montaña de El Merendón.
Como cada año, los jóvenes llegan a San Pedro Sula para dar atención humanitaria y compartir con los ancianos del hogar Perpetuo Socorro, personas del centro Buen Samaritano, la Casa de la Niña, el Hogar Emanuel y unas diez aldeas de la montaña de El Merendón, donde regalarán días de felicidad a grandes y chicos de aquella zona.
Su primera estación en el itinerario de actividades fue el hogar de ancianos Perpetuo Socorro de San Pedro Sula. Allí compartieron con más de 150 ancianos que viven en ese hogar.
“Es una experiencia muy bonita que me llena de alegría y emoción y me hace sentir útil a los demás”, expresó Melissa Longano, una de las voluntarias estadounidenses.
Derrick Toups, otro de los voluntarios, dijo que “es mi tercera vez en Honduras y trato de venir dos veces al año. Me motiva el amor, porque amo servir y a cambio recibo un regalo de amor de la gente a la que visitamos. Es una manera de compartir nuestra fe con la gente de las montañas, visitando a los ancianos y jugando con los niños”.
Servicio de tradición
Los jóvenes voluntarios de la Universidad de Tulane llegan a Honduras como parte de un intercambio con los jóvenes de la comunidad Misioneros de Esperanza, integrada por 50 muchachos y muchachas, miembros de la Iglesia Católica de San Pedro Sula.
Una de sus mayores prioridades es hacer realidad el mensaje del Evangelio: “Vayan y sean sal y luz del mundo” (Mateo 5; 13-16).
El encuentro se ha vuelto una tradición en los últimos años.
Dos veces al año, los sampedranos beneficiados esperan su visita que se alarga unas dos semanas y lleva a los estadounidenses en un recorrido benéfico que regala alegría a cientos de personas que viven en centros de beneficencia.
“Cada año vienen y comparten con los ancianos, niños y personas de las aldeas más pobres de El Merendón”, comentó Paola Sabá, una de las guías de los jóvenes altruistas y miembro de la comunidad de misioneros.
Es un gran logro porque no solamente tenemos un intercambio de cultura, sino que nos hacemos hermanos en la fe y de paso ellos traen un mensaje de amor para las personas que más lo necesitan”, agregó Sabá.
Los voluntarios de la Universidad de Tulane se marchan de Honduras el próximo ocho de enero después de llevar un mensaje de fe y sobre todo de alegría a niños de las aldeas enclavadas en El Merendón, como un regalo del recién comenzado 2011.