La reciente tormenta tropical Sara, que golpeó a Honduras con lluvias torrenciales, además de causar inundaciones en el litoral Atlántico y en otras regiones, afloró la permanente e invisible crisis ambiental causada por las grandes ciudades por la deficiente o nula gestión de residuos plásticos.
Este año, Honduras producirá 178,744 toneladas métricas de desechos plásticos y, lamentablemente, de ese cúmulo, 112,020 toneladas (una montaña de más de 112 millones de kilogramos) quedarán dispersos en cualquier parte del territorio por la mala gestión, según proyecciones de la iniciativa Plastic Overshoot Day (Día del exceso de plástico) de Earth Action, con sede en Suiza.
Un porcentaje incalculable de ese 62.67% mal gestionado ya salió a flote entre las aguas lluvias mientras la tormenta Sara bordeaba la costa atlántica. Cuando ese fenómeno anegaba la costa, los hondureños vieron cómo a través de los ríos, quebradas y también calles que cruzan las grandes ciudades, especialmente Tegucigalpa y San Pedro Sula, fluyeron cientos de toneladas de recipientes del plástico tereftalato de polietileno (más conocido como PET) que colapsaron alcantarillados y drenajes propiciando las inundaciones.
Defensores del ambiente, entrevistados por La Prensa, dicen que Sara es un fenómeno natural más que pone en evidencia la escasa cultura y civismo de la mayor parte de los hondureños y exhibe la negligencia de las alcaldías, cuyas corporaciones municipales jamás se han preocupado en buscar soluciones definitivas, sino en “llorar sobre la leche derramada cuando están con el agua al cuello”.
“Este es un problema que afecta a todo el país. Los hondureños no tienen civismo, en el sistema educativo no nos enseñaron a separar los desechos; los campesinos en las partes altas no saben cómo tratar el plástico y las municipalidades no tienen sistemas de separación y recolección. Hasta cuando hay inundaciones, las autoridades de los municipios recuerdan que existe este problema, después lo olvidan”, dice el ambientalista Mario Motiño, fundador de Tela Divers & Sea Life Conservation, una organización de buceadores que lucha contra la contaminación de los océanos.
Motiño destaca que Sara “demostró otra vez que las grandes ciudades son grandes generadoras de plástico, que no tienen sistemas de separación, y que el plástico finalmente llega al mar y acaba con las especies marinas y atenta contra la salud de los seres humanos y a pesar de eso, nadie hace nada”.
Antes de Covid-19, unos veinte municipios, especialmente los costeros y turísticos, como Roatán, Utila, Puerto Cortés, Omoa, Tela, Trujillo y también Santa Cruz de Yojoa, Gracias, Lempira, aprobaron ordenanzas para prohibir el uso y distribución de embases y recipientes plásticos, sin embargo, en 2024, lamenta los ambientalistas, “estas disposiciones son ignoradas”.
“Algunas municipalidades aprobaron ordenanzas, pero son pocos los ciudadanos que las respetan. Las autoridades municipales deben ser más enérgicas en su aplicación. Si en todo el país tuviéramos un sistema efectivo de recolección y separación, habría menos dengue, porque estos recipientes al estar botados se convierten en criaderos de zancudos y también tuviéramos menos casos de cáncer. Científicos han encontrado microplásticos en los peces de los océanos, como los que consumimos en Honduras”, dice Motiño.
Durante años, los defensores del ambiente han advertido sobre la creciente acumulación de plástico en ríos, quebradas y alcantarillas del país y la destrucción de los arrecifes de coral. No obstante, el problema ha sido sistemáticamente ignorado y ahora, cuando el país tiene cerca de 10 millones de habitantes, es una crisis que requiere soluciones urgentes.
Las grandes ciudades ,proponen ambientalistas consultados, deben instaurar un sistema público o privado que permita, por medio de depósitos especiales, captar de manera separada el vidrio, plástico, papel y cartón y otros residuos especiales que podrían ser aprovechados económicamente mediante un proceso de reciclaje o transformación de las materias.
Campañas masivas de concienciación
El ambientalista Roger Suárez, quien es pintor y teatrista, es del criterio que las municipalidades, en primera instancia, deben utilizar “la estrategia del incentivo para que las personas, después de un proceso de educación, separen el plástico” y, en segunda instancia, deben emplear los medios coercitivos contra individuos o comunidades que rehúsen a cumplir las ordenanzas.
“Las municipalidades tienen dos departamentos importantes, la Unidad Municipal Ambiental (UMA) y Participación Ciudadana para que eduquen e impulsen el cumplimiento de las ordenanzas. En mi caso, que soy también artista y pintor, utilizó el arte para educar. Por medio del teatro y la pintura educo a todas las personas y le transmito el mensaje a personas que no saben leer y escribir”, dice Suárez.
Los ambientalistas coinciden en que, ahora después de Sara, las autoridades locales y el gobierno central, particularmente Recursos Naturales y Ambiente y el Instituto de Conservación Forestal, deben ejecutar campañas masivas de concienciación y debe proponer proyectos para el desarrollo de infraestructura especial de gestión de residuos.
Antes de Covid-19, Honduras generaba anualmente por lo menos 315,735 toneladas métricas de residuos de plástico, según el informe Gestión y Fuga de Residuos Plásticos en América Latina y el Caribe publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en 2020. Mientras, Costa Rica, 176,028; El Salvador, 182,151; Guatemala, 508,807, y Nicaragua, 224,614.
Durante 2024, de acuerdo con cifras de Plastic Overshoot Day de Earth Action, cada hondureño producirá 17 kilogramos, la cifra per cápita más baja en la región, donde los beliceños, costarricenses y panameños generan más desechos, pero tienen la ventaja que realizar una mejor gestión.
Honduras no es el único en el mundo afectado por esta crisis. El lunes, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), con la participación de 170 países, comenzó en Busan, Corea del Sur, las conversaciones para alcanzar un acuerdo jurídicamente vinculante sobre la contaminación por plásticos.