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Sandro ocultó sus amores por cuidar a sus 'nenas”

  • 10 enero 2010 /

Como pocos, el cantante argentino guardó la mayor de las coherencias entre lo dicho y lo actuado. “Tuve muchas mujeres, pero siempre fui fiel a cada una de ellas”.

“Para mí, una mujer es una dama. No importa si se trata de la prostituta de acá a la vuelta o de la Madre Teresa. Por eso jamás hablo de mis mujeres”. Como pocos, Sandro guardó la mayor de las coherencias entre lo dicho y lo actuado.

Mucho antes de esta era de cantantes y símbolos sexuales de laboratorio, el cantante supo fabricar a un seductor mitológico sin la ayuda de manuales. Intuyó cuánta seducción había en el misterio. En el misterio combinado con la frase sensual, lanzada a la masa con tono personal: a “sus nenas”.

Con voz paternalista o con voz de hombre desamparado, él supo, hasta el final, cómo hechizar desde el escenario: cantar en bata, mover la pelvis, temblar con todo el cuerpo. Y esconderse, después, detrás de los muros de su casa de Banfield: del silencio o de las ambigüedades.

“Yo he leído mucho. He leído a Sigmund Freud, a Erich Fromm, a grandes autores de la psicología y la sociología... Y no puedo entender qué pasa conmigo. Las mujeres... si cuando me ducho apago la luz. No sé qué ocurre, qué fibra rozo”, se preguntó alguna vez, tal vez fingiendo ignorancia, cuando su cuerpo erosionado por el tabaco ya no era el de aquel gitano fibroso, ni el de aquel nuevaolero de jopo, patillas y labios gruesos, que podía aparecer cabalgando semidesnudo o saltando de un convertible.

“Si no fuera por las mujeres, no sería nadie”, declaró cuando cumplió 47 años. Y recordó una entrevista que le habían hecho en una radio norteamericana, cuando conquistó el Madison Square Garden de Nueva York: “El locutor le preguntó a una de las oyentes por qué le gustaba tanto Sandro -dijo-. La mujer respondió: ‘Le gusta a mi madre, me gusta a mí y le gusta a mi hija. Sandro, además de un hombre atractivo, es como una religión, una tradición, una costumbre’”.

Desde su juventud fue perseguido por las revistas del corazón, que no paraban de adjudicarle romances. Aquí y allá aparecían libretas de casamiento clandestinas, supuestos hijos no reconocidos y chismes con las actrices que lo acompañaban en sus filmes.

En 1969 conoció a Julia Adelina Visciani, divorciada: se casaron en 1972, en México. La pareja convivió hasta 1982, año en que Sandro tuvo una breve y comentada aparición pública con Tita Rouss, quien venía de separarse de Alberto Olmedo. Tras su divorcio de Visciani, poco se supo de la intimidad del cantante. Cuando le preguntaban sobre su vida sentimental en las entrevistas, respondía con ironía: “No sé nada. Hoy no leí las revistas”.

A mediados de los 90 hizo una leve concesión de su intimidad: habló de María Elena, la que sería su mujer desde fines de 1982 hasta diciembre de 2004. Al año siguiente, la sucedió Olga Garaventa.

“Un amor de esos que vienen sin aviso”, así describió su historia con Garaventa en una entrevista con La Nación Revista de Argentina a fines de 2007.

Fue en 2004, cuando “El Gitano” descubrió un sentimiento especial por la sobrina y secretaria de su representante, Aldo Aresi. Contrajeron matrimonio en 2007, tras tres años de relación. Desde entonces, Olga fue incondicional y lo acompañó en los altibajos de su salud. Se la vio junto a él en todo el proceso relativo al doble trasplante cardiopulmonar que recibió en noviembre.

A pesar de la fortaleza que la mujer buscaba transmitirle a su marido, días atrás el estrés le jugó una mala pasada y debió ser internada en la habitación contigua a la del cantante, por un cuadro intestinal.

Luego de conocida la noticia de la muerte, Mirtha Legrand reveló al canal América Noticias la conversación que mantuvo con Olga. Ella expresó que con el fallecimiento de su marido “se ha muerto un rey”. Y, como Sandro la calificó en aquella entrevista, Olga fue la “reina” que apareció en su vida, a sus 59 años.

Aún con Roberto Sánchez en mal estado, Sandro supo arreglárselas para seguir encantando a sus seguidoras. Dueño absoluto del escenario, se acodaba en el piano, aspiraba el oxígeno del tubo que estaba ubicado junto a su micrófono, y les hablaba sobre sus conflictos, sobre su melancolía.

“Un hombre se muere cuando se le acaban las ilusiones”

“A los 13 años me subí a un escenario por primera vez y trabajé como un animal. Sigo, porque un hombre se muere cuando se le acaban las ilusiones. Algunas veces me quedé sin sueños, pero enseguida me los fabriqué. Eso me mantiene vivo y vigente”.

Roberto Sánchez nació el 19 de agosto de 1945, en Buenos Aires. Su amor por la música comenzó cuando era niño, imitaba a su gran estrella: Elvis Presley. Como solista, el primer single lo editó en 1963, titulado “A esto le llamas amor”.

El cambio más importante de su carrera fue en 1967, cuando obtuvo el primer lugar en el Festival Buenos Aires, cantando “Quiero llenarme de ti”. En 1970 actuó en el Madison Square Garden, en Nueva York.

Tributo al público

“A mi público: Diez años han pasado, mucho camino hemos recorrido juntos, mucho se ha dicho, mucho se ha hablado, pero también mucho ha sido el trabajo que he desarrollado para conseguir simplemente el aplauso y el cariño del público. Ustedes son el motivo, el medio y el fin de mi carrera, por lo tanto, hago un alto en estos 10 años y recapitulo todos mis recuerdos y de ellos surge, inevitablemente una palabra: gracias. Gracias a Dios, gracias a la vida y, por sobre todo, gracias a ustedes”. Sandro