20/12/2025
11:49 AM

'Nos hicieron cantar en la embajada para darnos la visa”

Rubén Regalado, uno de viejos integrantes de Las Voces de Sula, recuerda años de gloria del conjunto que aún sigue sonando.

“¿Te acordás de Pichete?, ese fue el primer director del grupo, ahora vive en Miami. Así como él, los otros integrantes se fueron retirando por diversas razones. De los músicos originales solamente hemos quedado, Chico Zavaleta y yo, pero las Voces de Sula siguen sonando”.

Rubén El Chino Regalado se acomodó en nuestra Redacción y sacó un legajo de viejas fotografías para reforzar su nostálgico relato sobre el emblemático conjunto de música hondureña que se lanzó a los escenarios en 1970.

Recordó a Rolando Sierra, más conocido por Pichete, como el compositor del tema “Canto a Honduras” con que todavía se presenta este grupo que en aquellos tiempos fue ovacionado hasta en Francia.

Ya no están tampoco las únicas voces femeninas que ha tenido el grupo: María Celeste Escoto, quien ahora vive en España, y María del Carmen Calderón que murió de leucemia en 1981.

Por aquel tiempo, María del Carmen trabajaba como profesora de La Salle. Tenía una garganta privilegiada, por eso era solicitada para que cantara el Ave María en las bodas que se celebraban en las distintas iglesias, relató Regalado.

Por amor al arte

Con menos cabellera, pero con el mismo entusiasmo, Regalado sigue haciendo vibrar las cuerdas del contrabajo durante las presentaciones del grupo en el que también toca la guitarra y canta.

Esa vez que estuvieron en Francia, gracias a una iniciativa de Sectur, el público los aplaudió de pie, asombrado porque dejaron a un lado el atril para tocar sin partitura, pues todos eran músicos sin escuela.

También actuaron en el Primer Festival Folclórico de la calle Brodway en Los ángeles por invitación de Jorge Aguilar que administraba dos emisoras en aquella ciudad.

Cuando fueron por la visa a la Embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa, la oficial que los entrevistó los puso a cantar a capela para comprobar si realmente eran músicos y que no iban a quedarse a su país.

La norteamericana se salió de su oficina y les pidió una prueba pues anteriormente habían llegado solicitando visa unos supuestos karatecas asegurando que iban a representar al país en una competencia y resulta que no sabían ni como cuadrarse para una pelea.

Cuando los músicos terminaron de cantar “Jamás” de Lidia Handal, los otros solicitantes de visa los aplaudieron y la gringa convencida les deseó: ‘feliz viaje muchachos’ después de estampar el sello en sus pasaportes.

El grupo había comenzado a sonar con una marimba y dos guitarras que les regaló la recordada compositora nacional, considerada su hada benefactora.

Los integrantes tocaban y siguen tocando por amor a la música, pues el único pago que reciben por sus presentaciones son los aplausos del público y el reconocimiento que les hacen instituciones que apoyan el arte.

Regalado sonríe al recordar aquella vez que fueron sin cenar a amenizar una fiesta, pues Pichete les dijo que allí habría suficiente comida, pero resulta que a la hora de comer, a todos les sirvieron, menos a los músicos. “Terminamos comiendo baleadas en la madrugada, abajo de la línea (férrea)”, manifestó.

Siendo niño, en Quimistán, Santa Bárbara, donde nació, El Chino trasteaba la guitarra que su hermano mayor dejaba colgada después de recibir clases de música. Así aprendió los primeros acordes sin que a él, nadie le enseñara.

Más tarde, siendo estudiante del instituto José Trinidad Reyes se incorporó a la primera estudiantina de ese colegio que formó el laureado compositor Benjamín Acevedo, autor del cancionero escolar El Hondureñito.

Cuando no estaba en el colegio la hacía de trovador con su hermano Rigo y otro amigo, tocando en las esquinas de aquella ciudad sin violencia o desvelando a las muchachas con sus canciones.

No olvida una noche bohemia en que dieron serenata a un hombre en el barrio Concepción por equivocación. El caso es que el enamorado que buscó sus servicios, los llevó a un pasaje en el que había tres casas iguales. Como se había tomado antes una botella de ron con los músicos, no atinaba cual era la de su amada, pero tenía que decidirse porque el tiempo apremiaba

‘Aquí debe ser’, dijo, así que los jóvenes trovadores abrieron la velada con las tradicionales notas: despierta, dulce amor de mi vida, despierta si te encuentras dormida...

Siguió un largo repertorio de románticas melodías para rematar en horas de la madrugada con una desvelada canción de despedida. Entonces se abrió una ventana y apareció un hombre moreno dándoles las gracias por tan agradable sorpresa.

El Chino dejó de participar en serenatas desde que los mareros le sacaron un susto en la colonia Planeta cuando, con otros músicos, cantaban a la madre de un amigo.

Los pandilleros los acorralaron en plena actuación, pero afortunadamente lo único que les pidieron como condición para dejarlos ir, fue que también les llevaran serenata a las madres de dos de ellos. No hubo alternativa, nada podían sus guitarras contra los fusiles.

Escriben libro de anécdotas

El escritor sampedrano Roque Reyes Martell califica a los integrantes de las Voces de Sula, como Embajadores Internacionales de la música hondureña, en un libro que está a punto de publicar.

La obra es una recopilación de historias y anécdotas populares que se dieron en San Pedro Sula en la última mitad del siglo pasado.

Por ser un emblema de la ciudad, las Voces de Sula no podían pasar desapercibidas en la sección de arte que tendrá este libro cuyo título podría ser “Breve Historia Popular de San Pedro Sula”.

También incluye los sucesos divertidos que se daban en la desaparecida cafetería Atenas, derivados de las bromas que se hacían entre ellos los parroquianos.

Al negocio asistían conocidos personajes de la ciudad a pasar un rato de esparcimiento con el pretexto de tomarse una taza de café.

Como parte de sus chanzas formaron el ficticio Sindicato de Trabajadores Cansados de la Cafetería Atenas (Sitracaca).

La historia seria y la historia alegre se darán cita en esta serie de relatos que todavía huelen a tinta pues no han salido de la imprenta.

Otro de los negocios que hicieron historia en la San Pedro Sula de finales de siglo fue la Parcela de Lipa, un bar popular que era visitado hasta por los artistas extranjeros que llegaban a dar espectáculo a la ciudad.

El libro incluye 72 fotografías, muchas de ellas a colores, para ilustrar los bellos momentos vividos cuando aún no asomaba sus garras la violencia.