14/07/2025
01:16 PM

Niño pide que le devuelvan la vida que tenía

Me llamo Gean Carlos Valle y tengo 14 años, cinco de ellos los he pasado en este país. Vine a Honduras por una equivocación, las autoridades de Migración de Guatemala me separaron de mi mamá.

La acera a veces es fría y otras caliente pero me sirve como cama cuando no encuentro donde dormir. El miércoles cumplí años y desde que llegué pido como regalo una sola cosa: que me regresen con mi familia.

Me llamo Gean Carlos Valle y tengo 14 años, cinco de ellos los he pasado en este país. Vine a Honduras por una equivocación, las autoridades de Migración de Guatemala me separaron de mi mamá y mis dos hermanitos. Estoy en un país extraño, con gente que no conozco y que me mira con recelo porque soy un niño de la calle. Ando sucio y me toca pedir, pero también cuido carros para ganarme unos pesos, duermo donde me agarra la noche, pero soy ser humano.

Mi cumpleaños fue amargo porque lo que hice fue llorar, nadie me dijo ‘felicidades’, como lo hacían mi mamá y mis hermanos. Me la pasé en el bulevar pidiendo dinero para comer y no hubo pastel ni refrescos. Mi familia me partía un pastel pequeñito siempre en la casa, no le importaba a mi mamá quedarse sin dinero o pedir un adelanto me lo celebraban pobremente, pero lo hacían.

Siempre le pido a Dios volver con ellos, pero todavía no se me ha cumplido. Creo que es porque nosotros nos acordamos de Él sólo cuando tenemos problemas, no somos agradecidos.

Ya no quiero estar aquí, estoy desesperado, sin que nadie me pueda ayudar, he tratado de ahorrar unos pesos para irme, pero no se recoge casi nada, lo más que le dan son restos de comida.

Mucha gente lo mira a uno con miedo, como si uno les fuera a hacer daño, sólo le dicen de largo: ‘Tené’ y le dan un peso, así como con desprecio, hay otros que sí me preguntan cómo me llamo y por qué no estoy con mi familia. Vago siempre por las calles y por comida no sufro, siempre consigo, pero quisiera andar con mis zapatos, bien limpios. Yo sólo tengo esta mudada, estas chancletas me las regalaron, pero ya se me están gastando. Este pantalón y la camisa los voy a lavar todos los días al Río Blanco. Hay veces que no se me secan y lo que hago es ponerme al sol.

Extraña su vida

Cuando vivía en México era feliz, hasta tenía una novia en la escuela y ya iba a tercer grado. Mi mamá se llama Juana Leticia Valle y decía que su famila es de Danlí, El Paraíso, pero no conozco a nadie allá.

Mi papá es Francisco Javier Vargas, es del Distrito Federal, pero no creo que él se haya preocupado por saber de mí, nunca fue muy cariñoso. Yo nací en un hospital de Tapachula, México. Vivimos un tiempo allá, pero después ellos se separaron y mi mamá decidió irse para Guatemala. Sí... yo era muy perverso, por más que mi mamá me aconsejaba me escapaba de mi casa y le robaba el dinero, siempre me gustó andar en la calle, creo que era por las gavillas con las que andaba. Ella tenía razón porque pasaba trabajando y no era justo que me llevara el dinero para gastarlo en la calle.

Cada mañana se iba con mis dos hermanos para la tienda de una amiga donde trabajaba ayudándole, me dejaba en el cuarto, limpiándolo. Al mediodía me mandaba la comida con mi hermano Elvin, el que me sigue.

En las tardes regresaba y no me encontraba en la casa, había gran desorden, eso la enojaba y me volvía a golpear; de tanto que me pegaba, que un día decidí irme de la casa. A la semana de andar por las calles de Guatemala, unos policías de Migración me agarraron junto con otros niños hondureños.

Les imploré, me puse a llorar diciéndoles que era mexicano pero vivía en Guatemala con mi mamá, que le hablaran, pero no me creyeron, dijeron que mentía para no volver. Ese día en el bus lloré hasta quedarme dormido, pensaba en mi mamá y en que no la volvería a ver y así fue; ahora sueño con abrazarla.

Hay días en que trato de acordarme de la cara de mi hermanito menor, pero ya se me olvidó, aunque del nombre sí me acuerdo, se llama Emerson Josué y al que me sigue le pusieron Elvin Fernando; creo que ya tiene como 9 o 10 años. Andar en las calles no es vida, me quitaron la felicidad de estar con su familia, aunque no pierdo la esperanza de volverla a ver. A veces pienso que esto me pasó porque no he sido un buen hijo.

Otro rumbo

Me trajeron en un bus para el Ihnfa aquí en San Pedro Sula.

Es cierto que allí uno tiene comida y donde dormir, pero no me gustaba porque no estaba acostumbrado a estar encerrado, me escapé varias veces y entonces decidieron trasladarme a Casita Nueva Esperanza y Proniño de El Progreso, allí estuve dos años, pero con otros cipotes me volví a escapar, ya llevo cinco meses viviendo en la calle sin tener un hogar. Yo sé que corro peligro, pero trato de no andar con guirros mañosos, que roban, usted sabe. Yo le juro que nunca he robado, sí lo hacía con mi mamá, pero ahora sé que no trae buenas cosas porque si me hubiera portado bien no estaría rodando en las calles.

Le digo a los demás cipotes que no roben, es cierto que de vez en cuando me he metido en las comidas rápidas y me he tomado un refresco de los que hay en esas máquinas, pero creo que eso no es malo, aunque una vez un guardia casi me golpea porque nos descubrió, ese día pensé que me daría con la pistola.

Algunos cipotes lo enganchan a uno para que consuma drogas o resistol, pero un cipote que vende películas me dice que no me meta drogas porque después uno no puede salirse. Hay días en que siento miedo, sobre todo cuando cae la noche y no tengo un lugar para dormir, pero lo que hago muchas veces es irme a los hoteles a que me den posada o trato de quedarme con niños que andan en la calle, pero cuando anochese se van para sus casas.

He intentado comunicarme con mi mamá. Todavía me acuerdo del número de teléfono y algún día tendré el dinero para regresar. Hay días que quisiera agarrar camino e irme a jalón. Me gustaría llevarle unos pesos por todo lo que le robé. Yo sé que nunca es tarde en la vida y espero dormirme un día y al despertar ver la sonrisa de mi mamá dándome la bienvenida.