26/04/2024
12:56 AM

'Mi esposo pagó la extorsión 8 horas tarde y lo asesinaron”

  • 20 octubre 2016 /

La guatemalteca Ana Gabriela Pérez llora al contar que su esposo deseaba dejar el trabajo de chofer porque temía que lo mataran. Son centenares los dueños de buses, choferes y ayudantes asesinados en ese país.

Ciudad de Guatemala.

Contra toda su voluntad, Felipe Antonio Rodríguez debía entregar el dinero a los extorsionadores dos días a la semana, exactamente, a las diez en punto de la mañana, ni un minuto más, ni un minuto menos; pero el 8 de enero de 2015 no logró cumplir ese régimen delictivo, y murió cruzado por las balas.

Ese día, Rodríguez, quien durante ocho años manejó un bus de una ruta urbana en la capital guatemalteca, hizo malabares para recolectar el dinero exigido; sin embargo, los delincuentes no lo perdonaron. Tampoco a su colega Víctor Manuel Rivas, quien, por pagar tarde, también corrió el mismo infortunio.



Con lágrimas y sollozos que ahogan las palabras de dolor, Ana Gabriela Pérez (de 27 años) recuerda, como si hubiese sido ayer, que a su esposo le asestaron tres balazos: uno en el pecho, otro en la espalda y el tercero en una pierna.

“Ellos tienen gente especialista para matar y no perdonan a las personas aunque hagan el esfuerzo para pagar”, rememoró Pérez en una entrevista con LA PRENSA.

Al morir a los 29 años, Rodríguez dejó a su mujer con dos hijos, un niño de 2 años y una niña de 6, por quienes todos los días sorteaba las amenazas de los extorsionadores. “Él deseaba dejar ese trabajo por peligroso. Buscó otro y no se le dio la oportunidad. Yo no quiero que me maten, pero lo hago por mis hijos, decía”, relató Pérez, quien trabaja en una farmacia para alimentar a los niños.

Esta viuda que sufre las consecuencias de ese delito que tiene de rodillas a los transportistas recuerda que los “pilotos” (choferes) en la ruta para la cual trabajaba
Rodríguez eran extorsionados desde hacía varios años.

Los extorsionadores “les dieron un celular a los pilotos por el cual les daban las instrucciones: cada semana los llamaban y coordinaban el lugar adonde entregaban el dinero”.

“Mi esposo me contaba que siempre llegaba a recoger el dinero una persona diferente, los extorsionadores hasta utilizan a mujeres y niños para no despertar sospechas”, indicó. El 8 de enero de 2015, los choferes no lograron reunir la cuota extorsiva para entregarla a las diez de la mañana. Los delincuentes les ampliaron el plazo hasta las seis de la tarde.

“Esa vez, él (Rodríguez) y un compañero (Rivas) decidieron ir a dejar el dinero y cuando lo entregaron los asesinaron”, relató Pérez.

Para esta mujer que aún no supera el golpe emocional, “los extorsionadores tienen mucho rencor en el corazón y no les importa si a los que matan dejan niños huérfanos”.



Hogares enlutados

Un año antes, el 14 de abril de 2014, Sandra Martínez (de 38 ) se quebrantó en llanto al enterarse de que su esposo Rudy Guillermo Ortiz había muerto a balazos.

Cuando tenía 32 años, los delincuentes asesinaron a Ortiz, quien trabajaba en una ruta que cubre la ciudad de Guatemala con San Pedro de Ayampuc, porque no logró reunir y pagar la cantidad de dinero que le exigían.

Martínez es ahora una viuda que debe trabajar como cocinera para mantener a su familia compuesta por cuatro hijos de 16, 15, 12 y 5 años. A causa de la muerte de Ortiz, la vida de esta familia cobró un giro inesperado: los niños de 15 y 16 años deben trabajar para ayudar económicamente a su madre. Ella debe dejar a la niña en una guardería antes de ir a su centro laboral.

“Yo tengo que pagar alquiler de casa, educación y la alimentación de mis hijos. A los extorsionistas no les importa el dolor que causan y los daños que les hacen a las familias”, dijo.

Pérez y Martínez son dos de las dos mil mujeres que han quedado viudas por la muerte de sus maridos, choferes o ayudantes de buses asesinados por no cumplir con las condiciones impuestas por las redes de extorsionadores que operan en la capital guatemalteca.