Como lo escribió Alfonso Guillén Zelaya: 'Lo esencial no está en ser poeta, ni artista ni filosofo. Lo esencial es que cada uno tenga la dignidad de su trabajo, la conciencia de su trabajo'.
El orgullo de hacer las cosas bien, el entusiasmo de sentirse transitoriamente satisfecho de su obra, de quererla, de admirarla, es la sana recompensa de los fuertes, de los que tienen el corazón robusto y el espíritu limpio'.
Hoy millones de personal alrededor del mundo salen a las calles para marchar por el Día internacional del trabajo que representa uno de las luchas obreras más significativas de la humanidad.
Según el informe del Panorama Laboral 2007 de la Organización Mundial del Trabajo, OIT, en este año se proyecta un crecimiento en América Latina del 4.7 por ciento, esto es, 0.8 puntos porcentuales menor que el crecimiento estimado el año pasado.
Una historia presente
A 54 años de la huelga de 1954 cada vez más crecen los grupos obreros que luchan por los derechos de los trabajadores y trabajadoras con el fin de alcanzar mayores oportunidades de crecimiento. Lo cierto es que el mercado laboral cada vez es más competitivo y exige mayores competencias del recurso humano como la tecnificación.
Después de la huelga del 54 surgieron las organizaciones obreras. El movimiento sindical comenzó a experimentar una beligerancia y poder entre la clase política que hasta se daba el lujo de consultar a los líderes obreros antes de tomar decisiones respecto a los destinos del país.
Durante la década de los setenta, especialmente en los gobiernos de Ramón Ernesto Cruz y Oswaldo López Arellano, los dirigentes sindicales y campesinos asumieron un papel protagónico. Contribuyeron, incluso, a que los militares poco a poco fueran cediendo a la necesidad de abrir el país a la clase política. A mediados de los ochenta fueron capaces de poner en orden a un grupo de políticos que amenazaba con romper el orden constitucional.
Su última participación activa fue la que concluyó con la elaboración de un documento denominado “Plataforma de Lucha para la Democratización de Honduras” que poco o nada sirvió a los políticos que en los últimos meses se han “repartido el pastel” en las diferentes entidades creadas como parte de las reformas institucionales.
Mientras, el también analista Víctor Meza, en su libro “Historia del movimiento obrero hondureño”, afirma que la huelga constituye “el hecho más sobresaliente y la confrontación social más importante entre las fuerzas del capital y el trabajo en la historia del país”.