Cuando la muchacha comenzó a platicarme, me pregunté cuáles serían las razones que llevaban a una joven mamá, a preocuparse por un montón de paredes de adobe salpicadas por las más tristes historias del ser humano.
Mientras la escuchaba, sentía la vehemencia de sus argumentos y el genuino deseo por restaurar por lo menos, esa parte de la capital del país, su capital. Y me convenció.
Así que un par de horas más tarde, me sumergí en el internet tratando de encontrar datos, estadísticas, detalles o cualquier otro relato que me contara la historia completa de un bien inmueble ubicado en pleno centro de Tegucigalpa.
Desafortunadamente, muy poco está disponible en la red digital, acerca de la Penitenciaría Central de Tegucigalpa; la nunca bien ponderada “PC”.
Doce manzanas, aproximadamente, mide uno de los sitios históricos más controversiales de la capital y de Honduras.
Doce manzanas de muros internos caídos, catres arrumbados y buzones óxidados de correo que ya no se abrirán.
Una capilla blanca, un fuerte muro perimetral, varios torreones de vigilancia y miles de historias, la mayoría desgarradoras, se mantienen todavía, en pie, a pesar del Mitch...
Gracias a Anabel (y a su padre, Alejandro Álvarez) descubrí que la PC fue construida durante el gobierno del Dr. Marco Aurelio Soto, tal vez dentro de las responsabilidades del Ministerio de Gobernación, Fomento y Salubridad.
Con el paso de los años, el recinto fue pasando de ministerio en ministerio y de olvido en olvido.
Ahora, con los nuevos aires de cambio, la alcaldía municipal ha declarado su interés en convertir el extenso terreno en un anfiteatro que proporcione cultura y diversión a los capitalinos.
Una idea extraordinaria como lo pueden ser otras, siempre y cuando se materialicen y lleven solaz esparcimiento a los inquilinos de la ciudad más grande de Honduras.
Sin embargo, es importante recalcar desde un principio, que cualquier proyecto que se levante en el terreno, debería de preservar para nuestra memoria colectiva, una pequeña parte de lo que aún sobrevive.
No en balde, su diseño arquitectónico es reflejo de una época pasada digna de estudio e investigación, tanto por profesionales como por estudiantes de ingeniería civil y arquitectura.
No en vano, estas paredes guardan lecciones elementales para los estudiantes de derecho. La Penitenciaría Central ha sido catalogada por los expertos del Instituto Hondureño de Antropología e Historia, como Monumento Histórico; una distinción que nos recuerda contundentemente, que un pueblo sin pasado es un pueblo sin futuro.