16/06/2025
12:24 AM

La piedra de los ritos ocultos

Jorge Montenegro presenta: La piedra de los ritos ocultos

    En 1970 el buen amigo Rodolfo Romero C., con residencia en Corquín, Copán, realizó una investigación con los ancianos de aquel lugar sobre algo que es totalmente desconocido para la mayor parte de los que vivimos en Honduras.

    Los antiguos habitantes de nuestro país vivían en tribus y en cada una de ellas existía un brujo o chamán que era el que se encargaba de impartir enseñanzas, practicar en cantos, llamar a los espíritus y hacer sacrificios humanos. Los jefes de esas tribus evitaban las contiendas con sus vecinos intercambiando animales como gallos, burros, vacas, haciéndolo de igual manera con sus mujeres. Aquella era una forma de mantener la paz.

    Se cuenta que hace muchos, pero muchos años, una tribu cercana a la del cerro de Celaque, donde habitan hombres y mujeres que amaban la paz, se vieron amenazados por el brujo de esa tribu. Los hombres y las mujeres trataron por todos los medios a su alcance de convencer al jefe de la tribu a la cual pertenecía el brujo para que mantuvieran la paz, como había sido la costumbre.

    El brujo amenazaba constantemente a los de su propia tribu con provocarles enfermedades y hacer que se muriera el cacique, tenía su corazón lleno de odio y de maldad. Poco a poco fue convenciendo a los hombres de odiar a los de la tribu de Celaque.

    “Tenemos que apoderarnos de sus riquezas. De sus riquezas y de sus mujeres, esos hombres nos odian a nosotros y saben mantener una paz que en realidad no existe. Desde ya les anuncio que una noche de estas voy a llegar donde ellos para embrujarlos a todos”, dijo el brujo.
    Cuenta la leyenda que una noche el brujo, amparado en las sombras de la noche, encaminó sus pasos al lugar donde estaba ubicada la tribu de Celaque. Llevaba una vara y unos polvos mágicos, iba con el propósito de maldecir a aquellas buenas personas, pero ignoraba que había hombres que cuidaban su tribu subidos en árboles elevados. A pesar de la oscuridad los vigilantes tenían ojos de lince y el extraño don de ver con claridad en la noche más oscura.

    -Miren compañeros, es aquel malvado brujo que va camino a nuestra tribu. Los vigilantes bajaron presurosos de los árboles emitiendo sonidos que imitaban a las aves nocturnas, se levantaron al brujo y dieron aviso al cacique y a los guerreros de su tribu de la presencia del brujo que sentía odio por ellos. En poco tiempo, armados con sus afiladas lanzas salieron armados en busca del intruso que se aproximaba para regar sus polvos mágicos y maldecirlos a todos.

    -Vamos, guerreros, tenemos el deber sagrado de defender la tribu, especialmente a nuestras mujeres y niños.
    El brujo se desvió del camino para no ser descubierto, ignorando que le iban siguiendo los pasos. Al llegar a una loma la luna apareció en el cielo iluminando con sus rayos la ruta que seguía el hechicero. Sin saber cómo llegó a una enorme piedra donde se celebraban antiguos ritos indígenas, la tocó con su vara y antes de que arrojara sus polvos mágicos y pronunciara su maldición, fue sorprendido por los hombres de la tribu de Celaque, quienes lo rodearon, lo ataron de pies y manos y ahí, sobre la piedra milenaria, lo mataron con la punta de sus afiladas lanzas.

    El brujo de la tribu enemiga agonizaba cuando pronunció unas palabras antes de morir. Sus victimarios se sintieron satisfechos de haber librado de una maldición a su pueblo, quebraron la vara y revolvieron los polvos mágicos con la tierra. Cuando se preparaban para regresar a su tribu ocurrió algo inesperado, la piedra comenzó a brillar en la oscuridad de la noche porque la luna se había ocultado entre las nubes. El cadáver del brujo se elevó varios centímetros sobre la piedra de los ritos y comenzó a temblar en el aire, luego el cuerpo cayó sobre la piedra y se convirtió en humo. Fue entonces que todos los guerreros que participaron en la muerte del brujo enloquecieron.

    Pero las cosas no pararon ahí. Los de la tribu a la que pertenecía el brujo muerto sobre la piedra se enfermaron poco a poco hasta que todos murieron. Los de la tribu de Celaque se dieron cuenta de lo ocurrido y decidieron abandonar el cerro, trasladándose a un lugar lejano; mientras caminaban en busca de una tierra diferente escuchaban lamentos y risas macabras, hasta que llegaron a un valle rodeado de dos ríos y ahí desapareció el encantamiento.

    La piedra sigue en el mismo lugar, pocos son los que se atreven a incursionar por la ruta de la antigua tribu y mucho menos hasta el sitio donde se encuentra la piedra, por miedo a volverse locos. Sin embargo, los viajeros afirman que de aquella piedra salen extraños sonidos, a veces de vacas, burros, caballos o gallos, supuestamente desde el más allá.

    Como decíamos, el misterio sigue ahí esperando que algún valiente le hable al brujo para que cese el encantamiento que ha quedado atemorizando a la gente que vive en esas montañas. Durante muchos años las personas que conocen de este asunto se han preguntado quién tendrá el valor suficiente valor de hacerlo.

    No lo sabemos, pero según la leyenda, mientras no haya un hombre con los nervios bien puestos que se atreva a enfrentarse al brujo, la piedra de los sacrificios continuará emitiendo quejidos, lamentos y extraños sonidos de animales hasta la eternidad.