24/04/2024
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'Fui a la guerra, pero gracias a Dios, no disparé ni un tiro”

El excomandante de los bomberos de San Pedro Sula, general José Alfonso Medina, se retiró sin ninguna pensión después de más de 40 años de servicio.

San Pedro Sula, Honduras.

Alfonso Medina nunca le hizo caso a su hermana gemela Ada María, cuando esta llegaba al cuartel de los bomberos a pedirle que se saliera porque allí no tendría ningún futuro.

Por ese tiempo, la sede de los bomberos funcionaba en lo que fue el viejo cuartel militar de San Pedro Sula, en donde hoy está el edificio principal de Banco Atlántida.

Alfonso era un veinteañero que trabajaba en un negocio del Pasaje Valle, cuando se le ocurrió ir a pasar la hora del almuerzo con sus amigos, los bomberos.

El Cuerpo de Bomberos de Santa Cruz de Yojoa tiene su nombre.
Poco a poco se fue encariñando de aquel ambiente, hasta que, de repente, dejó el trabajo para ponerse el uniforme de bombero voluntario.

Eso no le gustó a su gemela, por eso iba con frecuencia a pedirle desde los portones, que volviera a la casa.

Ada María y Alfonso eran inseparables desde que nacieron en el hospital Leonardo Martínez mediante parto normal. “Hasta percibíamos lo que cada uno sentía. Si yo estaba enfermo, mi hermana también se sentía enferma”, recuerda Medina.

Fue Mariscal de San Pedro Sula.
Al llegar a la pubertad, su madre, María Esperanza Medina decidió que ya no debían dormir juntos. Ambos se criaron con su madre, su abuela y cuatro hermanos más, en una cuartería del centro.

La madre trabajaba como obrera en la fábrica de camisas Presidente Paz, pero como el sueldo no alcanzaba, complementaba el ingreso familiar vendiendo tajadas y yuca con chicharrón en el barrio.

Alfonso, por ser un niño andariego que conocía como la palma de su mano la ciudad, tuvo la suerte de ser contratado, a los siete años, para repartir los diarios Correo del Norte y El Día, por un pago de 25 lempiras al mes.

Con su gemela Ada María.
Era feliz en una bicicleta que le dio El Día, a pagarla con deducciones de su sueldo, pero muchas veces al regresar a casa encontraba a su madre con los brazos cruzados. “Era señal que no había nada para la mesa”.

Al terminar la primaria se resignó a no seguir estudiando debido a las carencias hogareñas, pero dio la casualidad que un suscriptor de sus periódicos, el señor Alberto Handal, abrió el Instituto nocturno Debe y Haber y lo motivó a matricularse. Se hizo contador.

Con dos de sus nietas.
El sueño que no pudo alcanzar fue coronar una carrera universitaria, pero a cambio, obtuvo grandes satisfacciones y honores en su carrera de bombero profesional.

Fue comandante del Cuerpo de Bomberos de San Pedro Sula y se retiró con el grado de general.

Se considera, además, un veterano de guerra, porque en sus inicios como bombero tuvo que empuñar un rifle durante la guerra con El Salvador. Sin embargo, se siente satisfecho por no haber disparado una sola bala, porque su misión es salvar vidas, no eliminarlas.