Las playas hondureñas se han convertido por siglos en el hogar de las comunidades garífunas. Esta etnia ha dejado en la historia del país una huella que empezó a marcarse en 1797.
En marzo de ese año, más de cinco mil garinagu fueron expulsados de San Vicente y arribaron a Honduras.
Cuenta la historia que fueron conducidos en un convoy naval británico a la isla de Roatán y poco tiempo después a Trujillo, al que arribaron el 12 de abril. Por ello desde hace 213 años se conmemora su llegada a Honduras.
Desde entonces, las comunidades garífunas se han extendido por varios departamentos: Cortés, Atlántida, Colón, Gracias a Dios e Islas de la Bahía.
Una cultura única
Como todo grupo étnico, los garífunas tienen costumbres propias que hacen única su cultura.
Esta población posee una cultura extensa que abarca color de piel, peinado, baile, música, comida, bebida y lengua.
Se consideran comunidades autosostenibles, pues en toda su historia han subsistido gracias a la pesca y a la producción agrícola.
Las mujeres contribuyen con el ingreso familiar preparando y vendiendo casabe, pan y aceite de coco y otras comidas propias de ellos.
En verano venden su mano de obra y les hacen trenzas a los turistas.
Los pobladores se las ingenian para emprender actividades que dejen ganancias para sus hogares con la venta de comidas, transporte y hospedajes en algunas aldeas de atracción turística.
Otra de sus tradiciones es el baile punta, ejecutado con sus propios instrumentos.
En cada comunidad existe al menos un grupo que practica danzas y participa en los eventos culturales con atuendos únicos y coloridos propios de su cultura.
De todas las tradiciones que los caracterizan, lo que más se han preocupado por conservar es su lengua.
Hasta la fecha luchan para que en las escuelas de sus comunidades se incluya como cátedra.
Pero, más allá de la enseñanza del garífuna en las escuelas y en los hogares, miembros de la Organización de Desarrollo Étnico Comunitario, Odeco, han firmado una carta con la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, UNAH, para tomar en cuenta a las comunidades indígenas y afrohondureñas y apoyar su desarrollo.
La población garífuna ha sobrepasado todas las barreras y en Honduras es considerada una de las pocas que mantienen vivas muchas de sus tradiciones.
En algunas comunidades aún no hay calles pavimentadas y han obtenido los servicios básicos gracias a sus propios proyectos.
En zonas como La Mosquitia, los garífunas se comunican vía marítima en pequeñas embarcaciones y por caminos y veredas en las playas.
Mes de la herencia
Entre los resultados más importantes que han obtenido está el decreto legislativo 70-96, que declara el 12 de abril de cada año Día de la Etnia Garífuna de Honduras.
Este decreto es la primera ley que reconoce su presencia en la vida nacional.
También el decreto legislativo 330-2002, que declara abril Mes de la Herencia Africana en Honduras.
“La presencia y cultura africana se remonta a las primeras décadas del siglo 16, pero sus aportes a la sociedad hondureña y a nuestra cultura han sido reconocidos muy limitadamente.
Es necesario emprender acciones más sistemáticas que contribuyan a difundir y conocer los aportes de la herencia y la cultura africana a la sociedad y cultura hondureña”, dice el escrito que señala en su artículo uno la declaración de abril como “Mes de la Herencia Africana en Honduras”.
Cada año, este mes se celebra con actividades cívicas y culturales que incluyen música, teatro, pintura, literatura, gastronomía, talleres de formación de jóvenes en derechos humanos, conferencias sobre remesas familiares, salud, educación, medio ambiente, gobernabilidad y democracia.
Céleo Casildo, presidente de Odeco, informó que en esta fecha se llevan a cabo actividades festivas, pero también sirve para reflexionar.
Lamentó que las 53 comunidades garífunas de Honduras, que viven a lo largo de unos 700 kilómetros de la costa caribeña, todavía estén en condiciones de marginalidad.
Las comunidades afrodescendientes de Honduras reclaman que se extiendan títulos de propiedad de tierras para cultivos de subsistencia de yuca, banano y plátano, básicos en la dieta de los garífunas, lo mismo que arroz y frijoles.
“Tenemos que seguir luchando para abrirnos espacios de inclusión y participación igualitaria.
Los pueblos garífunas han recibido muy poco apoyo. Es necesario despertar el interés y el conocimiento de la ciudadanía en general sobre nuestros desafíos y aportes”, manifestó Casildo.
De la etnia garífuna hay mucho que contar.
La historia se continuará escribiendo y ellos seguirán luchando por sus tradiciones, pues al sonido de los tambores van marcando el ritmo de una cultura que se muestra imperturbable pese al asedio de los siglos.