15/05/2025
10:22 AM

Con 30 minutos de lluvia aflora la vulnerabilidad

Con sus 838 kilómetros cuadrados, el municipio entero ahora es más vulnerable ante los embates de la naturaleza.

    Media hora de lluvia y la parte urbana de San Pedro Sula entra en estado de emergencia.

    Con sus 838 kilómetros cuadrados, el municipio entero ahora es más vulnerable ante los embates de la naturaleza.

    Las causas: el colapso del sistema de drenaje y el descuido y destrucción del pulmón del Valle de Sula, la cordillera de El Merendón.

    Ambos factores juntos hacen que ahora con cada tormenta, en la ciudad se reporten daños a causa de las inundaciones.

    Un estudio en poder de la Unidad de Alerta Temprana, Unat, de la Municipalidad, señala que la cordillera de El Merendón está dejando de ser la “esponja natural” que absorbía las aguas que bajan a la planicie sampedrana.

    El 70% de las aguas que descienden desde la zona de la cordillera El Merendón y que hasta hace unos años se filtraban en los suelos en la parte alta de la montaña, ahora cada vez que llueve se convierten en torrenciales correntadas que arrastran con todo a su paso y van causando inundaciones.

    El problema comienza desde la zonas altas, como Bellavista o la Primavera.

    La ciudad que tiene una topografía plana con una ligera inclinación hacia el oriente hace que las corrientes, en su paso por los barrios y colonias ubicados en zonas como el centro, Jardines del Valle, El Altiplano y alrededores, también se vean afectados por los torrentes.

    De ahí el problema se prolonga hasta la últimas colonias del sector Rivera Hernández y Chamelecón, adonde el agua por efecto de la gravedad culmina su largo recorrido. Si bien desde El Merendón, que comprende un de área 39,796 hectáreas y tiene picos que van desde los 200 hasta 2,200 metros sobre el nivel del mar, bajan cuatro quebradas, ocho ríos, de los cuales se desprenden varios canales, como el Sunseri y el Sauce, son las repentinas y turbulentas corrientes que se forman en las calles y que van de oeste a este, las que se han vuelto en las peores amenazas de la ciudad.

    Arriba, en la montaña comienza el problema. El Merendón que de paso es proclive a deslizamientos, está poblado por más de 50,000 personas que viven en aldeas.

    Estos pobladores por lo general se dedican a la agricultura y para sembrar van talando el bosque, lo que hace que los suelos se saturen y el agua que antes era absorbida baje desde la pendiente, arrastrando incluso sedimientos, explica Ramón Edgardo Rivera, director de la Unat.

    Rivera explicó que la ciudad no está preparada para drenar la enorme cantidad de agua que se produce en tan solo treinta minutos de lluvia.

    El drenaje pluvial no se da abasto, debido a que, además, está saturado de basura y sedimentación.

    La situación no es halagadora. Según las proyecciones climatológicas emitidas por el Servicio Meteorológico Nacional, SMN, entre los próximos 30 y 45 días se descargarán hasta 500 mililitros de lluvia en la zona norte. Afirma que para que en la ciudad haya caos, con 30 mililitros ya es suficiente.

    Los más vulnerables

    Aunque en toda la ciudad se reportan emergencias cuando caen torrenciales aguaceros, son las colonias de los sectores Rivera Hernández y Chamelecón las que siempre se llevan la peor parte. En ambas localidades habitan alrededor de 300,000 personas, las que constantemente viven situaciones de peligro por las repentinas llenas.

    Esa población representa el 30% del total que habita en el municipio.

    En vista de la alta vulnerabilidad, la parte organizativa ha ido avanzando. La Unat, que desempeña un papel a nivel municipal similar al que tiene Copeco en todo el país, reporta en todo el municipio la conformación de 130 Comités Locales de Emergencia; sin embargo, lo más difícil ha sido crear conciencia en la población.

    “Éste el proceso más difícil, pero para evitar pérdidas de vidas humanas cada vez que hay una contingencia la clave es estar preparados, saber dónde estamos ubicados y saber qué hacer en caso de que suceda lo peor”, expuso Rivera.

    El comisionado regional de Copeco, Alex Esteves, afirma que considerando la vulnerabilidad de la ciudad producto de las inundaciones, la coordinación nacional de Copeco les ha solicitado un informe que detalle cuáles son las zonas más afectadas en San Pedro Sula cada vez que llueve y qué tiene previsto hacer la Alcaldía para reducir los riesgos.

    El superintendente de Obras Públicas, Freddy Fugón, reconoció la vulnerabilidad en la ciudad a causa del vencimiento de los sistemas subterráneos.

    Expuso que las calles comenzaron a pavimentarse hace 50 años y así como la carpeta asfática ya dio su vida útil, los sistemas subterráneos también.

    Por ello están efectuando una evaluación minuciosa de los cauces de los afluentes y de las obras de infraestructura que necesitan repararse, como embaulamientos y puentes, para cuantificar el monto de la inversión que se requiere.

    La construcción de colectores continúa proyectada, pero mientras se hace realidad, a manera preventiva se les da mantenimiento a los sistemas existentes, precisó Fugón.

    También continúa la limpieza de tragantes y quiebrapatas y se instalan tapaderas plásticas para evitar que se las roben.

    Amenazas no sólo son naturales

    Además de los peligros que afloran cada vez que llueve, la ciudad, por su condición industrial y comercial, tiene amenazas de otra naturaleza: por efectos químicos y accidentales como los incendios, explosiones industriales.

    Según registros, han ocurrido contingencias como el derrame de cloro en la represa de agua sector Río de Piedras en 1991, siniestros en varias industrias, maquilas, comercios y residencias. A esa lista se le suma la debilidad de los organismos de socorro. En San Pedro sólo hay 160 bomberos, es decir que hay un bombero por cada 6,250 habitantes. La cifra mínima debería ser 900 apagafuegos para la población actual que ya supera un millón de pobladores.

    Y si los bomberos son pocos, lo mismo pasa con los cuerpos de socorro como la Cruz Roja donde hacen lo que pueden con múltiples limitaciones. En verano las amenazas son en las montañas y cerros: los incendios forestales, aunque este año no se salieron de control.

    Otro peligro cotidiano anda sobre ruedas; cada día pasan por la ciudad unas dos mil rastras cargadas con todo tipo de productos, desde materiales químicos muy tóxicos hasta combustibles sumamente volátiles, entre ellos cianuro, dinamita, soda cáustica y hasta ácido sulfúrico.

    Ese tipo de carga peligrosa no es regulada por ninguna autoridad.