Partieron de cero para darle otro rostro a la institución encargada de proteger a la niñez y adolescencia. En medio de grandes desafíos desde 2014, la Dirección de la Niñez, Adolescencia y Familia (Dinaf) está ordenando todo un sistema, estableciendo alianzas y dando las respuestas para ofrecer las garantías de seguridad a esos menores; pero no todo ha sido fácil, en el camino han encontrado un sinnúmero de obstáculos, no obstante, no desmayan en su misión.
El seguimiento a un caso de una niña casi adolescente. Ella se ubica cerca de un banco aquí en Tegucigalpa, se coloca en un lugar donde venden periódicos. Hemos acudido con la Fiscalía de la Niñez, hemos intervenido con personal de seguridad e incluso con la Dirección de la Policía de Investigación, pero nuestro personal ha sido agredido y amenazado. Incluso teniendo la niña dentro del vehículo junto con otros adolescentes que hemos rescatado nos agreden y a la fuerza sacan a la niña del vehículo. Es una situación de riesgo porque intervenimos en operativos en bares, en calles, pero asumimos nuestro rol. Buscamos proteger desde el nivel local en los municipios los derechos de la niñez. Establecemos medidas preventivas para evitar esas situaciones de vulneración, que los niños formen parte de maras y pandillas, de narcotráfico o que se vean envueltos en una situación de justicia penal especial.
El Estado trata de ordenar el sistema de protección integral de la infancia. Ordenar lo que tiene que ver con la vulneración de derechos, que es un escenario grande y que absorbe la mayor parte del presupuesto. Antes era el 93% que se destinaba para gastos corrientes y el 6 o 7% se dirigía hacia la infancia, ahora invertimos en niñez el 60 por ciento. Si antes el Instituto Hondureño de la Niñez de la Familia (Ihnfa) operaba con 1,200 empleados, ahora la Dinaf solo cuenta con 244 personas. En el último año del Ihnfa se atendió a 2,500 niños, y en Dinaf en estos tres años de gestión, 22,439.
El reto es conseguir recursos que hacen falta, sensibilidad y conocimiento, no solo del personal, sino de las personas externas que no han comprendido la dimensión de la responsabilidad del Estado en materia de protección a la infancia. No se puede pretender trasladar la responsabilidad a una sola entidad cuando al final toda la sociedad tiene la responsabilidad de garantizar la protección de los menores.
Muchos niños encontrados en condición de abandono, algunos con diagnósticos médicos impresionantes, a quienes les pronosticaban que no podrían hablar, caminar ni correr, y de repente los vemos correr y caminar y con una sonrisa en sus labios nos alienta. Son menores aferrados al pantalón o la falda de una persona que no es su papá o su mamá, pero que sienten la seguridad de que esa persona les va a proteger. A veces me pregunto si algún día esos niños sabrán las condiciones en las que fueron encontrados. Algunos destruidos con picadas de hormiga, envueltos en sus heces, con pérdidas de audición, son muchas historias de dolor y que un rescate representa esperanzas.
Surgió una situación que asociaban a Dinaf por el cierre de una organización que no estaba operando legalmente, que no tenía su permiso de operación ni personería jurídica. Los niños así como entran deben salir o salir mejor. Como Dinaf no cuida los niños de manera directa debemos capacitar, preparar y fortalecer a las instituciones que sí lo hacen, y esas son las organizaciones no gubernamentales que se dedican a la infancia. Todas las organizaciones que encontramos operaban legalmente por su personería jurídica, pero no se les daba seguimiento. Apenas se sustentaban con informes financieros y de actividades, pero no había una veeduría, no se sabía qué pasaba atrás de ese portón. Eso es lo que se daba antes y que puede seguir sucediendo porque vamos poco a poco ordenando el sistema; pero estamos comprometidos, y eso cuenta.