El miedo a los perros suele aparecer entre los 2 y los 3 años, ya que es a partir de esta edad cuando el pequeño se da cuenta que los animales pueden suponer una amenaza para él y todavía no sabe distinguir entre los que sí lo son realmente como animales salvajes, perros de ataque y los que no como las mascotas domesticadas. Este temor es fácilmente comprensible si nos ponemos en el lugar del niño. Y es que en la inmensa mayoría de los casos, el perro abulta bastante más que él y esto le intimida, más aún si es un perro que ladra fuerte y a menudo. Además, todos los perros ladran, hacen ruido con las patas y se mueven mucho, de forma imprevisible y con movimientos muy bruscos. Su olor, por muy limpios que estén, es mucho más fuerte y penetrante que el de las personas.
En cuanto al color, numerosos estudios psicológicos concluyen que los perros de tonos oscuros causan más miedo y rechazo a los niños que los de color clarito. No es necesario que el niño haya tenido una experiencia traumática con un perro para que tenga miedo; en ocasiones éste se produce simplemente porque los ve, los huele, los siente cerca. Y también por los comentarios de otras personas. Mantenga esto en cuenta y en la medida de lo posible, evite que su hijo escuche cosas negativas sobre perros.
Su actitud es decisiva
Para ayudarlo a vencer ese temor tome estas medidas:
Asuma su reacción. Su miedo existe y hay que aceptarlo y atenderlo. Ignorar o negar lo que su hijo siente, pensando “se le pasará”, es un actitud errónea que agrava su malestar. Jamás lo ridiculize ni se ría de él por asustarse de los perros. Esta actitud no ayuda, además, merma su autoestima.
Déle buen ejemplo. Demuéstrele con sus acciones, más que con sus palabras, que a usted no le asustan los perros.