La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Son 40 días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.
“La Cuaresma es la preparación, el camino hacia la Pascua, es decir, la meta para que podamos sintonizar con Jesucristo. Este tiempo es un llamado a cambiar, confrontar nuestra vida”, expresó el sacerdote Saturnino Senis.
El prelado hace un llamado a los cristianos y no cristianos para que aprovechemos este tiempo porque es una oportunidad que nos brinda el Señor.
La imposición de la cruz nos recuerda que nuestra vida en la Tierra es pasajera y que la definitiva se encuentra en el Cielo.
La finalidad es el arrepentimiento basado, sobre todo, en los textos del Antiguo Testamento, en el antiguo Israel, cuando se tenía un cargo de conciencia en el pueblo, se bañaban, por así decirlo, de ceniza para indicar el deseo de conversión.
Con la imposición de las cenizas se inicia una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.
Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.
El significado
Todo este período forma una unidad en la que se distinguen varios elementos:
Miércoles de Ceniza: es el principio de la Cuaresma, un día especialmente penitencial en el que manifestamos nuestro deseo personal de conversión a Dios. Al acercarnos a la Iglesia a que nos impongan la ceniza expresamos con humildad y sinceridad de corazón que deseamos convertirnos y creer de verdad en el Evangelio.
Domingo de Ramos: se presenta como presagio del triunfo real de Cristo y anuncio de su Pasión, aspectos que se han de poner en evidencia tanto en la celebración como en la catequesis del día.
Entrada de Jesús en Jerusalén: manifiesta la venida del Reino que el Rey-Mesías llevará a cabo mediante la Pascua de su muerte y de su Resurrección. Con su celebración, la liturgia de la Iglesia abre la gran Semana Santa.
El Jueves Santo por la mañana se celebra la Misa Crismal, en la que el sacerdote, que concelebra con su presbiterio, consagra el santo crisma y bendice el óleo de los catecúmenos y la unción de los enfermos.